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Mi Plaza Soñada I
Escrito por Tutor

Tras varios años en la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela, por fin Martín logró su sueño y se convirtió en médico. Sus padres habían fallecido hacía 2 años dejándole una cuantiosa suma de dinero, pero huérfano de familia. Él se había propuesto ser uno de los mejores médicos y para ello había estudiado las últimas técnicas sobre medicina publicadas durante los últimos años del siglo XIX.

Así que cuando tocó escoger plaza Martín dejó que todos sus compañeros escogieron antes que él. Le quedó como plaza libre una zona del interior de Orense con derecho a la vivienda. Martín lo aceptó sin dudarlo. Su destino estaba a una hora en carruaje de Orense ciudad.

Cuando llegó al pueblo de su destino rápidamente le recibieron el alcalde, su mujer y el cura del pueblo. Muy amablemente le enseñaron toda la zona y le mostraron cuál era la vivienda y el terreno del que disponía. Se trataba de una finca francamente importante, acorde al prestigio que un médico rural tenía en esa época.

Durante el trayecto doña Magdalena, la esposa del alcalde, no paró de atosigarle con preguntas para saber si era soltero, casado, viudo,… y así poder tener información de primera mano para informar al resto de las vecinas.

Don Anselmo, el alcalde, le informó que el anterior médico, don Ernesto, había fallecido repentinamente, y tanto el pueblo como las siete aldeas que lo circundaban, estaban faltas de un galeno que les diera servicio.

Don Luis, el cura, le indicó que la gente de la zona era muy supersticiosa y solía acudir a curanderos y curanderas para buscar remedios caseros, lo cual le preocupaba y el solía reprender a los feligreses indicándoles que era pecado, pero que sería muy bueno contar con su apoyo para reconducir esas prácticas paganas.

Martín asintió e indicó que haría todo lo posible por convencer a la gente de seguir sus recomendaciones, apostilló que traía las técnicas más modernas de la época porque había pasado un año estudiando en Londres.

La casa que había sido de don Ernesto era una pequeña casa señorial de 2 plantas, y en la parte inferior se encontraba la cocina, el comedor, el salón, un recibidor, un baño y la consulta propiamente dicha del doctor. Mientras que en la parte de arriba se encontraban cuatro dormitorios, el baño y un pequeño despacho.

Martín se mostró complacido con la estancia y con los muebles que había en ella. Doña Magdalena le dijo que al día siguiente le mandaría varias muchachas del pueblo y de los alrededores para que escogiera dos criadas que estarían a su servicio para que no le faltara de nada. Asimismo le dijo que en breve organizaría una recepción en la alcaldía para presentarlo en sociedad y mostrarle las chicas casaderas de la zona. Martín se sorprendió de tal propuesta pero no dijo nada.

Una vez que sus anfitriones se hubieron marchado, Martín recorrió la casa en solitario dedicó especial atención al pequeño despacho de la planta superior, el mobiliario era de roble antiguo, como era característico en aquellos tiempos para un médico. En el centro había una mesa con las patas talladas y con la robustez suficiente para soportar el peso de una persona, detrás de la silla central del despacho había una librería repleta de libros de Medicina, a la derecha de la mesa había un pequeño armario con dos puertas y una llave. Martín se acercó a él y lo abrió, dentro había papeles y algún que otro recuerdo posiblemente de los viajes de don Ernesto, pero Martín enseguida pensó que sería el lugar idóneo para guardar los utensilios que se había traído de su estancia en Inglaterra (una Correa de cuero, una fusta, y una pala de madera alargada tipo cricket), en ese momento decidió que al día siguiente saldría a recorrer su terreno para buscar una buena vara que completara su instrumental. Durante su estancia en Inglaterra había conocido el spanking, lo había sufrido y lo había aplicado, y esta última parte era la que más le atraía y excitaba. Hoy tenía claro que en está su nueva vida el spanking iba a estar muy presente.

Para Martín la disciplina era una parte fundamental de su vida, y estaba dispuesto aplicarla como terapia para solucionar aquellos problemas que se le plantearán en su vida personal y profesional.

Al día siguiente muy temprano doña Magdalena llamó a su puerta, con ella venían una docena de muchachas acompañadas o bien de su madre o bien de su padre. Para las familias de aquella zona que una de sus hijas trabajase para el doctor, además de un honor, suponía una fuente de ingresos que mejoraría notablemente su estatus, es por ello que todos los padres se afanaban en qué escogieran a sus hijas.

Martín tenía muy claro sus criterios así que, acompañado de doña Magdalena, decidió entrevistar una a una a todas las chicas en la consulta, por supuesto acompañado de sus padres o madres.

A todas se le hacían las preguntas de rigor sobre si sabían cocinar, limpiar, lavar, coser, etcétera, pero pronto doña Magdalena se dio cuenta de que Martín insistía en si sabían la importancia de la puntualidad, de la obediencia, del saber estar, y de la posición que ocupaban dentro de la casa. Así cuando ya llevaba entrevistadas 7 chicas doña Magdalena le dijo a Martín, “ que sepa señor doctor que estas chicas, todas muy decentes, están a su entera disposición si usted opina que han hecho algo erróneo y desea castigarlas”. Fíjese voy a demostrárselo, Magdalena abrió la puerta de la consulta y gritó en voz alta

¡alguno de ustedes, padres o madres, se opone a que el doctor pueda castigar a sus hijas en caso de que hagan algo incorrecto a su servicio!.

En ese momento padres y madres se arremolinaron y rápidamente se acercaron a Martín con correas, palos y le decían

¡puede usted azotar a mi hija todo lo que necesite y si aun así sigue siendo indisciplinada me avisa que yo la meteré en vereda!

Martín no podía disimular su satisfacción, eso era justo lo que estaba buscando cómo pero manteniendo el rictus serio contestó:

les agradezco su dedicación y su entrega terminaré las entrevistas y les diré cuál es mi decisión

Dentro de las 12 chicas había dos, Lucía y Pilar, que llamaron la atención de Martín por su figura y sus ademanes sumisos, siempre con la cabeza gacha y con cierto temor en sus respuestas, así que se decantó por ellas.

Llegados a ese punto doña Magdalena abandonó la casa con el resto de las personas y Martín se quedó con las dos candidatas y sus padres. Llegaron a un pacto les daría dos reales al mes a la familia y ellas vivirían en la casa y tendrían uniforme, comida y alojamiento.

Los progenitores quedaron encantados, los dos reales eran un ingreso extraordinario y miraron con cara severa a sus hijas antes de irse y les dijeron que mantuviera el comportamiento para que don Martín no se viera obligado a prescindir de ellas.

Antes de que se marcharan don Martín la recalcó “en esta casa la disciplina es primordial para mí y si lo considera oportuno castigaré a sus hijas con la severidad que estime oportuna”.

Ambos padres asintieron, se miraron y le dijeron al unísono “muélalas a palos si es necesario, son buenas chicas, pero una paliza de vez en cuando les viene bien”.

Las chicas se miraron mientras mantenía la mirada baja y se estremecieron pensando en las palizas que les darían sus padres si perdían ese trabajo.

Una vez que se fueran los progenitores Martín les pidió a las chicas que lo acompañaran, les enseñó toda la casa, cuáles serían sus habitaciones y a continuación las acompañó al despacho, allí tomó asiento detrás de su mesa mientras ellas permanecían de pie delante de la misma y Martín les indicó:

En esta casa yo soy la ley y los errores se castigan con azotes sobre el trasero desnudo (ambas chicas se ruborizaron). Veis el armario que hay a vuestra izquierda abrirlo, ambas chicas se dirigieron y con mucho temor giraron la llave y abrieron el armario y allí estaba todos los instrumentos de Martín.

En el despacho os mandaré coger uno de los instrumentos en función de la gravedad del error y de la intensidad del castigo que os tenga que aplicar ¿me habéis entendido?

sí respondieron las dos con voz temblorosa

cuando os diga que os pongáis en posición significará que os tendréis que doblar sobre la mesa apoyando vuestros codos en la misma y levantando la falda y las enaguas del uniforme para dejar vuestro trasero expuesto para el castigo

uf eso va a ser muy humillante pensó Pilar, pero no dijo nada, le daba más miedo pensar en la paliza que le daría a su padre si perdía el trabajo

Lucía no pensaba, solo estaba intentando recordar todas las instrucciones que le decía Martín para no cometer errores… por nada del mundo quería perder este trabajo y que su padre la matara.

Cada vez que vengáis al despacho, siguió comentando Martín, yo os anunciaré cuántos azotes os voy a dar, y nunca serán menos de 12. Del mismo modo os diré con qué instrumento y el por qué os estoy castigando.

Habrá ocasiones en qué nos daré azotes, porque el error no es tan grave como para merecerlos, y sin embargo eso nos dejará sin castigo, lo que haremos será preparar un dedo de jengibre y os lo introduciré por el ano y estaréis obligadas a llevarlo durante todo el día hasta que yo sea avise de que podéis quitarlo.

Ambas muchachas se sobresaltaron ¿qué hará eso del jengibre? nunca lo hemos oído ¡¡¡y nos lo quiere meter por el culo!!!! Dios mío eso tiene que ser horrible y terriblemente humillante

Culo, por… por… por… el culo ha dicho señor? se atrevió a esbozar Lucía ¡eso es antinatura!

tu nombre era Lucía verdad?, bien Lucía como bien sabes yo soy médico, con lo cual sé perfectamente lo que se puede o no se puede introducir en el ano de una persona y ya qué te has atrevido a interrumpirme creo que es la ocasión de que hagamos una demostración práctica de cómo funciona la disciplina en esta casa

Lucía deseó que la tragara la tierra

¡vete al armario y coge la Correa y tráemela! Tu Pilar échate a un lado

muerta de miedo Lucía se acercó al armario y cogió la Correa con paso tembloroso se acercó Martín y se la entregó

¡Ponte en posición!

Lucía giró alrededor de la mesa se puso delante de ella se dobló y apoyó los codos encima de la misma su cara quedó enfrente de la de Martín

ahora señorita levántese la falda y deje sus posaderas al aire, le dijo Martín sin dejar de mirarle a los ojos

Lucía bajó la vista y muerta de vergüenza se levantó la falda para que su culo quedara totalmente expuesto

separe las piernas le indicó Martín mientras se levantaba de su asiento

Dios mío pensó Lucía, mi sexo quedará expuesto ante este hombre

Pilar que lo contemplaba todo desde un lateral tenía una mezcla entre miedo y excitación, quería ver en qué consistía el castigo… pero a una parte de ella le hubiera gustado ser la protagonista

Martín se colocó detrás, agarró la Correa y dijo en voz alta:

hoy serán 12 azotes, los contará en voz alta y dará las gracias después de cada uno de ellos

sí señor dijo Lucía, su voz temblaba en una mezcla de miedo y excitación

zas cayó el primero eso hizo que Lucía pegara un pequeño salto ante la sorpresa del azote

zas cayó el segundo esta vez un poquito más fuerte

zas cayó el tercero y las nalgas comenzaron a ponerse rosáceas el dolor que comenzaba a apoderarse de Lucía

Pilar no podía dejar de mirar aunque con cada azote giraba la cabeza el ruido era estremecedor dentro de aquel despacho tan pequeño resonaba por todas las esquinas

zas cayó al cuarto

zas cayó el quinto

zas cayó el sexto

A Lucía le comenzó a resbalar una lágrima por la mejilla estaba acostumbrada a los castigos de su padre, que eran mucho más violentos, pero Martin sabía azotarla en puntos donde se unía el dolor y la humillación

zas cayó el séptimo

zas cayó el octavo

zas cayó el noveno

zas cayó el decimo

ay duele mucho exclamaba Lucía mientras le caían las lágrimas y sollozaba

zas cayó el onceavo

zas cayó el duodécimo

en ese momento Lucía se incorporó y comenzó a frotarse las nalgas

Martín muy serio le dijo ¿qué hace señorita¿

Usted usted me dijo 12 doctor y ya están

Martín le contestó: no, no van doce, es más, no va ninguno, porque yo le he dicho que después de cada azote tenía que contarlos en voz alta y darme las gracias y todavía no he escuchado nada, así que vuelva a colocarse en posición que tiene que recibir un castigo

Lucía se estremeció…no podría soportar otros doce, pero sabía que si el primer día volvía a su casa sin trabajo su padre la mataba,… así que se resignó le volvió a adoptar la posición de castigo

zas

uno, gracias señor

zas

dos, gracias señor

zas

las lágrimas brotaban de los ojos de Lucía y a duras penas esbozo tres, gracias señor

zas

cuatro, gracias señor

y así continuó hasta acabar el castigo…

el culo de Pilar estaba latiendo rojo y muy caliente, Martín acercó su mano a las nalgas las acarició para comprobar su estado y le dijo muy bien señorita hora ya sabe en qué consiste la disciplina en esta casa.

Giró la cabeza y se dirigió hacia Pilar y le dijo

¿y usted quiere probarla?

hoy no, no señor, pero tengo en cuenta lo que ocurrirá si cometo un error…

así me gusta

ahora vayan a ordenar sus cosas y a preparar la comida

retírense

Pilar se incorporó y se bajo la falda y las enaguas…ayudada por Lucía salieron de la habitación y Martin se fijo en como Pilar se frotaba las nalgas por encima de la falda y sonrió complacido.

Lucía acompañó a Pilar a su cuarto, y allí le revisó las nalgas. Viendo que estaba muy rojas y palpitantes cogió un trapo a modo de compresa y lo empapó en agua fría de una palangana que había en la habitación. A continuación se lo puso sobre las nalgas a Pilar que notó el frescor y le dio las gracias a Lucía..

es un bruto dijo Lucía

lo sé contestó Pilar, pero mi padre me mataría si pierdo este trabajo…

a mí me ocurre lo mismo Pilar, le replicó Lucía, tenemos que aguantar y evitar que nos castigue con esa severidad

¿sabes una cosa? le dijo Pilar a Lucía, me ha dolido mucho pero, y no me malinterpretes, también me ha gustado y el doctor es muy guapo

sí dijo Lucía, la verdad es que es un Galán

Tras esa conversación las chicas se recompusieron y fueron a preparar la comida, al rato bajo Martín y se sentó a la mesa. Pilar caminaba con cierta dificultad, el culo le molestaba y se notaba el caminar… Martín se levantó de su silla, la llamó y le dijo que se acercara y así, en el lateral de la mesa del comedor le dijo a Pilar ¡dóblate quiero ver el estado de tus nalgas!

¿cómo? preguntó Pilar muy nerviosa

No te preocupes niña soy médico, estoy acostumbrado a ver el culo de las personas ¿o quieres volver a probar la Correa por desobedecerme?

No, no, señor por favor y obedeciendo se dobló sobre la mesa y se levantó la falda

Martín le abrió la enagua y comprobó que sus nalgas estaban ligeramente irritadas por los azotes recibidos ¡Lucía vaya a mi consulta y coja la botella azul que está encima del mostrador!

Sí, sí, señor, Lucía salió rauda y veloz hacia la consulta, una vez allí estuvo mirando y cogió la botella azul que le había indicado Martín, una vez estaba en el comedor de vuelta con la botella, Martín le pidió que le acercara un trozo de tela, empapó la tela en el líquido y se lo apoyo extendido sobre las nalgas a Pilar

¡te quedarás en esa posición con la tela en tus nalgas mientras ceno! Dijo Martín

Pilar notaba por un lado el efecto calmante que tenía esa tela sobre sus nalgas, pero por otro lado se sentía profundamente humillada al estar desnuda con el culo en pompa al lado del doctor

Lucía usted me servirá la cena hoy en solitario

Sí, sí, señor contestó Lucía

Lucía comenzó a servirle y Martín se puso a cenar a la luz de las velas, en un momento dado, Lucía, que estaba muy nerviosa mirando todo el tiempo para Pilar, derramó un poco de vino sobre el mantel

¡qué está haciendo señorita Lucía! le pregunto a Martín visiblemente enfadado

lo siento, lo siento, señor, lo limpiaré dijo Lucía muerta de miedo

¡no saldrá señorita Lucía, ha estropeado un mantel de tela precioso!

sí saldrá señor, no se preocupe, mañana muy temprano iré al río y frotaré hasta que salga la mancha replicó Lucía

La veo muy segura de eso…está bien contestó Martín, vamos a hacer una cosa, hoy la castigaré por su torpeza y falta de atención y si mañana la mancha no ha salido como me asegura, completaré su castigo… dicho esto cogió la silla se levantó y la apartó hacia un lado del comedor se volvió a sentar en ella y llamó a Lucía

¡venga aquí! le hizo una seña para que se doblara sobre su regazo

Lucía no entendía

Mientras tanto Pilar los estaba mirando de reojo y se estaba excitando con la escena

Martín claramente enfadado cogió de la muñeca a Lucía y de un tirón hizo que se cayera sobre su regazo, le levantó la falda y comenzó a darle azotes con la mano

zas

zas

zas

zas

zas

Lucía pataleaba, gritaba y suplicaba ¡qué hace por favor me duele!

zas

zas

zas

zas

Martín continuó hasta completar una docena de azotes con la mano, cuando paró, y con la mano apoyada en el trasero de Lucía, le dijo

si mañana no sale la mancha nos veremos en mi despacho y el castigo no será tan suave como mi mano, así aprenderá a estar atenta a sus labores y a ser más cuidadosa con la propiedad ajena ¡incorpórese y recoja la mesa! usted Pilar ¡ayúdela! me retiro a mis aposentos mañana será otro día…

Cuando subió a su alcoba, Martin no podía dejar de pensar en el culo de las dos muchachas y sonrió para sus adentros... mientras se desnudaba se dió cuenta que en el pantalon, en la pierna, tenía una ligera mancha de humedad... y se quedó pensando en como se había manchado, con que se habría mojado...y de repente se acordo de Lucía en su regazo y pensó...vaya, vaya...creo que he acertado con este pueblo...

Continuará


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Mi Plaza Soñada I es un relato escrito por Tutor publicado el 09-05-2024 15:50:52 y bajo licencia de Creative Commons.

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