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La sumisión de Laura 3
Escrito por joaquín

Vanessa estaba frustrada sexualmente. A sus 20 años, su cuerpo nunca había sentido las manos de algún chico o sus labios. Y no es porque ella no quisiera. A los quince años un chico en el que estaba interesada aseguró al resto de sus amigos que le había comido la polla en los baños.
Por supuesto daba igual que fuera mentira, fue incapaz de quitarse la fama de fácil y golfa de encima, lo que dio como resultado que no se le acercó ningún chico. Pensaba desatarse en la universidad, quitarse de encima todo eso y hacer lo que le pedía el cuerpo, pero se encontró con la realidad de que simplemente no podía hacer nada.
-Hola, ¿Qué tal?
Lo que su hermano empezó a contar no tenía puto sentido. ¿La habían apostado? ¿Cómo si fuese una jodida cosa? ¿Y había perdido? ¿A cuento de qué le estaba contando algo así?
-Y esa es la historia.
-¿No esperaras que vaya, verdad?
-No, claro que no. Oscar es un pringao, un perdedor… Hasta hace poco le hacía bullying y todo. Y tendrías que ver como trata a su hermana. La ha convertido en su perra. Los chicos y yo ya llevamos dos bukkales encima de ella. Y tendrías que verla tragar semen, lo hace a cubos, hasta lo lame del suelo. Yo quería traerla para que se la follará Júpiter y él ni pestañeo.
-Ah…
-Sí, bueno. Siento haberte contado toda esta mierda. Te prometo que no volveré a hacerlo.
-¿Cómo puedo contactar con él? - preguntó cuando su hermano estaba saliendo del apartamento.
Cuando se sentó al anochecer delante del ordenador para ponerse en contacto por primera vez con sus futuros amos, la verdad es que no tenía ni puta idea de que escribir.
“Hola, soy Vanessa. Mi hermano me ha contado lo de apuesta. Solo dime que tengo que hacer”.
Sí, esto sonaba bien. Su hermano en realidad le había dado muy pocos detalles. Mandó el mensaje y esperó ansiosa la respuesta.
“¿Puedes demostrarme que eres tú? Como comprenderás no me creo que Mario te haya contado nada”
Vanessa se hizo una foto con el móvil tal y como estaba, y la mandó. Llevaba encima una camiseta y unos pantalones de chándal.
“Eso no me vale. Yo también puedo mandarte fotos robadas de mi hermana. Necesito algo que demuestre que hablo contigo y no con tu hermano”
Vanessa entendió que demandaba una foto suya con poca o ninguna ropa. Nunca le había mandado a ningún chico una foto de ese tipo. No sabía ni por dónde empezar.
Primero hizo lo más sencillo, quitarse la ropa.
No toda, se quedó en ropa interior.
Una ropa interior cómoda, para nada sexy.
No, no podía mandar eso a un chico. Pero tampoco pensaba desnudarse. ¿Qué era lo que tenía por los cajones?
Tenía un conjunto negro que se había comprado para alguna ocasión especial, y ahora lo era. Ni siquiera sabía si aún le quedaba bien.
Lo sacó de donde lo tenía guardado y terminó de desnudarse.
Una vez desnuda fue cuando pensó que ponerse guapa era una tontería
Se sentó encima de la cama con las piernas algo abiertas para que se la viera bien todas sus partes, y se hizo la foto.
Mandar una foto tuya en pelotas puede parecer muy fácil, muchas chicas lo hacen a diario, tanto a sus novios como a desconocidos, pero la primera vez no lo es en absoluto.
Vanessa sintió el vértigo al apretar el botón, como si estuviera saltando al vacío y no hubiera vuelta atrás.
Oscar no se esperaba en absoluto una foto suya en pelotas. Una simple foto de ella sujetando un folio donde pusiera “soy yo, tonto” bastaba. En realidad lo que la foto transmitía es que tenía un serio problema de autoestima.
Uno muy serio.
Pero no era su problema.
Como si quisiera reforzar esa impresión, Vanessa no tardó en mandar un mensaje preguntando qué pensaba hacer con ella.
“Lo que me salga de la polla”
Se mojó cuando leyó la respuesta. Bien sabía ella lo necesitada que estaba de que un chico hiciera cosas con ella.
Lo que fuera.
“De acuerdo. Soy tuya”
Apartó las manos del teclado como si este se quemara cuando mandó el mensaje. Su corazón iba a mil.
Oscar se había reunido con su hermana para entonces.
-Siempre he querido hacer esto.
“Coge un pintalabios y escribete SOY UNA PUTA CERDA AL SERVICIO DE MI AMO en el cuerpo y luego me lo mandas”
Vanessa no pensó en sí era una petición razonable o no. Solo pensó en obedecer.
Escogió un bonito color rojo y comenzó a escribir sobre ella cada letra y cada palabra.
Solo se dio cuenta de la burrada que estaba a punto de hacer cuando se miró en el espejo. Desde luego nunca se había sentido tan humillada en toda su vida.
Pensó en quitárselo, en coger un trapo húmedo y quitarse toda la pintura de encima, pero su coño palpitaba.
En el fondo ella sabía que no era más que una puta cerda que deseaba estar al servicio de un hombre.
El que fuera.
Se sentó y mandó la foto.
Lo curioso es que esta foto fue mucho más fácil de mandar que la anterior.
-¿Qué te parece si le pedimos que se haga un dedo para nosotros?
-Yo puedo tocarme para ti, si lo deseas.
-¿Celosa? Laura, no puedo hacer contigo ciertas cosas. Desde luego no si seguimos viviendo bajo el techo de papá y mamá.
-Pero sí puedo tocarme para ti. O hacer esto.
Comenzó a palparle la polla, luego se arrodilló y la sacó del pijama.
Oscar para entonces ya estaba bastante duro y no tardó mucho en notar la calidez de la boca de su hermana.
-Para, hermanita, estate quieta.
-¿No te gusta?
-Claro que me gusta, joder, pero no es el caso ahora. Qué te parece si la compartimos, ¿Quieres verla metiéndose algo por el coño?
-Una escobilla…
-¿Perdona?
-Quiero que se meta la escobilla de limpiar el retrete
“Escucha puta cerda. Ve al baño, coge la escobilla del retrete, y grábate en vídeo mientras te la metes.”
Vanessa no daba crédito al mensaje que le llegó. ¿Quería que hiciera qué?
Iba a escribir que no, pero se detuvo.
Iba escribir que eso era demasiado, pero se detuvo.
“Soy virgen”
“Me da igual. Metetelo de una puta vez”
“No puedo. Solo mandame otra cosa. Cualquier otra cosa”
“¿Qué tienes escrito en tu cuerpo?”
Esta vez Vanessa se tomó su tiempo en contestar.
“Que soy una puta cerda al servicio de mi amo”
“Pues demuéstralo.”
Una puta cerda al servicio de su amo…
Vanessa se levantó y se dirigió hacía el baño. Allí cogió la escobilla, y en fin, estaba asquerosa. Pensó en limpiarla un poco, en quitarle los restos de mierda que tenía pegados a ella antes de metérsela.
Metérsela.
No, no podía hacer eso.
“No puedo”
“Tengo una foto tuya declarándote como puta cerda. ¿Quieres que se la envie a todos mis amigos?”
“No, por favor, no. Lo haré”
“Y no te la quites hasta que te permiso”
Se había entregado ella solita, por imbécil, por no saber lo que estaba haciendo. O quizá lo había hecho exactamente para eso, para que la obligarán.
Vanessa no lo sabía. Solo sabía que debía obedecer.
Encendió la cámara.
Los dos hermanos vieron como la chica se tumbaba en la cama con las manos muy abiertas y se colocaba el instrumento en el agujero del coño.
Y comenzó a empujarlo hacía dentro, poco a poco, hasta que todo el cepillo estuvo dentro de su agujero solo salía un palo blanco.
Era una imagen fascinante y perturbadora a la vez.
La mantuvieron en esa posición durante unas cuantas horas de lo más largas.
No solo lo hicieron por diversión, también era necesario que la perra aceptará su nueva condición.
Intuían que si se lo quitaban demasiado pronto, no volvería con ellos, salvo que utilizarán de nuevo el chantaje.
Así que estuvieron observando como la chica pasaba de la negación moviendo la cabeza, a la ira clavando sus uñas en la cama, como se aguantaba las ganas de quitarse esa cosa, como volvía de nuevo a la negación, y como finalmente, terminaba aceptando su nueva situación.
Los hermanos se habían ido a la cama seguros de que su perra seguiría con esa cosa metida dentro de ella cuando despertaran.
“Así me gusta, una puta cerda obediente. Duerme y descansa un poco, porque te queremos en casa esta tarde para darte el trato que te mereces. Ven vestida solo con un vestido y zapatos de tacón, sin nada de ropa interior, y no te olvides de volver a escribirte en tu cuerpo.”
“Lo haré, amo”
Una calle normal, una casa normal y una chica aparentemente normal llamando al timbre.
Los dos hermanos la recibieron y la subieron inmediatamente a la habitación del chico.
Allí, Vanessa se desnudo para ellos y se colocó en el suelo a cuatro patas.
Estaba excitadísima. El pasear solo con una prenda de ropa todo el camino hasta ahí la había puesto a mil. Creía que la mirada de todos los hombres con los que se cruzaban iba dirigida a ella porque de algún modo lo sabían.
Y a pesar de que sabía lo que le iba a pasar, lo deseaba.
Primero noto el hocico del perro oliendola, saboreándola, como un pequeño anticipo de la monta.
Los hermanos, debido en parte a su inexperiencia, habían dejado a su pastor alemán suelto y a su aire.
Este le clavó su pene hasta el fondo a la primera, al igual que las uñas en su espalda.
Vanessa no se quejó del dolor. En cierto sentido, le gustaba.
Siempre la habían tratado con demasiado mimo, como si fuera de porcelana, como si fuera a romperse.
Las embestidas brutales del perro dentro de su coño, los arañazos que este le estaba provocando en su espalda era exactamente lo que necesitaba.
Acabó con el coño inundado de semen perruno bajando este incluso por sus muslos.
No acabó ahí su sesión.
Laura colocó su pie encima de su cabeza y comenzó a azotarle en el culo con la pala de madera.
Para Vanessa, estaba siendo el día más feliz de su vida.


Licencia de Creative Commons

La sumisión de Laura 3 es un relato escrito por joaquín publicado el 19-02-2022 20:10:34 y bajo licencia de Creative Commons.

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