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Mi Plaza Soñada X
Escrito por Tutor

Al día siguiente Martin se levantó muy temprano, sabía que debía volver a atender a sus pacientes…nada más bajar se encontró con Lucía en la cocina que estaba preparando el desayuno.

Buenos días, señor ¿Qué tal ha dormido? Preguntó ella sin poder disimular una sonrisa socarrona que le valió un sonoro azote en su trasero, tras el cual el joven doctor la obligó a arrodillarse y abrir la boca. Acto seguido se sacó la verga y se la introdujo lentamente a la pobre criada, quien apenas pudo reprimir una arcada por lo grande y gorda que era…en cuanto se repuso del primer embiste la joven muchacha comenzó a lamer y ensalivar el miembro cada vez más erecto de su joven amo, quien estaba disfrutando del momento…pero justo en ese instante apareció en la habitación Juana, quien tras un chillido le asestó una tremenda bofetada a la criada que hizo que la verga de Martín saltara del interior de su boca… ¡desvergonzada! ¡que estás haciendo con mi marido!

Tras reponerse del sobresalto, Martín evidentemente enfadado, agarró a su mujer del brazo y tras sentarse en una silla de la cocina la tumbó sobre sus rodillas, le levantó el camisón y comenzó a darle unos buenos azotes con la mano

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¡Lucía tráeme el cepillo del pelo de esta cría!

Si señor obedeció inmediatamente Lucía

Juana sollozaba…no entendía nada…pero sabía por la dureza de los azotes que su esposo estaba muy enfadado…

¡eres mi esposa y esta es mi casa, aquí no levantarás la mano sin mi permiso! ¡Usaré a Lucía cuando me plazca y como me plazca! ¿está claro?

Pero, pero, pero yo…

PLAS el primer golpe del cepillo cayó con fuerza y resonó en la estancia

¿pero qué?

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Na…na…ayyyy…nada señor…lo que tu digas esposo mío

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Los golpes del cepillo caían sin cesar y la pobre Juana estaba experimentando su primera azotaina de casada ¡y además en presencia de la criada!

La joven esposa tenía el trasero ardiendo y palpitando y ya no ofrecía resistencia alguna… de pronto los azotes cesaron, Martín la ayudó a incorporarse y la empujó sobre la mesa de la cocina, donde quedo doblada sobre la misma con el trasero expuesto.

Martin levantó el camisón de su joven esposa y le obligó a separar las piernas, ella no entendía pero no se atrevía a decir nada…el joven doctor sabía que la ocasión era ideal para cumplir un viejo anhelo que tenía con Juana.

Le hizo una seña a Lucía que rauda se arrodillo y volvió a abrir la boca para mayor sorpresa de Juana. Martin le introdujo la verga en la boca de la joven sirvienta que reanudó la labor interrumpida por la bofetada. Una vez que él consideró que ya era suficiente le sacó la verga de la boca y le dijo

¡tráeme la manteca de cacao de la consulta!

Ambas mujeres se sorprendieron, pero no dijeron nada. Lucía fue rauda y al momento apareció con el bote. Martín cogió un buen puñado y estampó el pegote sobre el virgen ano de Juana

¿Qué…que haces ahí? Dijo ella

¡Completar la noche de bodas para que no quede nada virginal en ti y de paso que aprendas quien es tu esposo y por lo tanto tu nuevo dueño! Y sin más tiempo clavó su verga en el culo de Juana que no pudo reprimir los gritos de dolor por la fuerte embestida…esto no era como lo de anoche, el dolor no desaparecía, sino que incluso se incrementaba…Juana lloraba y sollozaba, mientras su esposo empujaba y empujaba empalándola por el culo…poco a poco sin darse ni cuenta Juana fue dejando su resistencia, más por agotamiento que por convicción y su esfínter se fue relajando y con él, el dolor comenzó a tornarse en placer, incluso en un momento llegó a notar como su entrepierna se humedecía, pero no le dio tiempo a sentir nada más porque los espasmos de su esposo en el ano denotaban que su semen se estaba derramando dentro de ella.

¿estas bien querida?

s…si.si esposo mío…

Martín se sentía muy ufano y poderoso.

Muy bien, Lucía ayuda a la señora a limpiarse y vestirse. Yo estaré en la consulta.

Mientras sucedía esto Amalia y su amiga Carmen se afanaban en recoger y limpiar los restos de la boda. En un momento dado ambas se sentaron a comentar lo sucedido la tarde-noche anterior durante la celebración del banquete.

Carmen comenzó a contar. Recordaba vivamente como su marido, Antonio, el molinero, se había emborrachado durante la fiesta y en un momento dado la había cogido y, tirando de ella, la había llevado a la parte de atrás de la iglesia. Allí le reprochó que las últimas semanas no había estado tan fogosa…

Carmen se disculpó alegando que el doctor había estado ocupado con la boda y no le había podido tratar de su alergia…

¡Alergia te voy a dar yo a ti! ¿te crees que no he visto las marcas en tu trasero? Lo que te hace falta es la mano dura del doctor…¡ya hablaré yo con el para que te doble el tratamiento!

Carmen nunca lo había visto así, era evidente que el alcohol le hacía decir cosas que, para el tranquilo y amable molinero, no eran habituales.

¿y que pasó? Preguntó curiosa Amalia

Pues que el muy bestia, con la borrachera y el enfado estaba todo verraco y me tiró al suelo, me puso a cuatro patas, me levantó las faldas y me montó con su verga como si fuera una de las mulas de su molino…¡nunca la había tenido tan gorda!

¡Dios! ¿te dolió mucho? Preguntó Amalia

¿Doler? ¡me encantó! ¡goce como una perra! ¡estoy por emborracharlo todos los días!

¡serás pécora! Le gritó Amalia, quien riéndose agarró a Carmen, la tumbó sobre su regazo y desenfundando su chancleta de esparto comenzó a azotar el trasero de su amiga.

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Viciosilla…

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Guarrilla…

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¿Qué está pasando aquí? Interrumpió de repente Don Anselmo

Ambas amigas se sobresaltaron

Na…Nada… estábamos jugando

¿jugando eh? Y las cosas mientras sin recoger, la plaza hecha unos zorros…

Nosotras, lo sentimos Don Anselmo, en seguida acabamos…

Lo vais a sentir, si, ¡pero de verdad! ¡anda las dos para la trastienda!

Ambas mujeres agacharon la cabeza y con pesar se dirigieron a la trastienda de la tasca-tienda de la viuda. Ambas sabían que les esperaba una buena.

Don Anselmo se dirigió a una cómoda que había en la trastienda y sacó una vara de abedul que utilizaba en ocasiones para castigar a Amalia.

A la joven viuda le cambió la expresión…sabía lo dolorosa que podía llegar a ser…

A ver, ustedes dos, pónganse en posición…

Ambas se apoyaron en la mesa de pino que había en la habitación.

No sin cierta solemnidad Don Anselmo les levanto las faldas y les abrió las calzas, de manera que sus traseros quedaron totalmente expuestos…

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El primer golpe de la vara cayó sobre el trasero de Amalia

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El segundo golpe cayó sobre el trasero de Carmen

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Los azotes se fueron alternando mientras las mujeres lloraban y temían el silbido de la vara por el aire.

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Los azotes se sucedieron durante unos minutos que parecieron horas. Don Anselmo no paraba de reprocharles su actitud, mientras ellas aguantaban estoicamente el severo castigo…

Cuando el alcalde entendió que ya era suficiente tormento (sus nalgas estaban cruzadas por rayas rojas, abultadas y palpitantes), dejó la vara y se desabotonó el pantalón, dejando salir su verga, que estaba dura como un tronco…se colocó tras Amalia y, asiéndola por las caderas, hundió su verga en su coño con una embestida seca

Buffff resopló Amalia…

El alcalde embistió y embistió, una y otra vez, haciendo que la viuda gimiera y jadeara…así hasta que con un último empujón se la clavó hasta el fondo y se derramó dentro de ella…

¡Madre de Dios! Exclamó ella mientras se recomponía la ropa…

¡Arrodíllate y límpiamela! Le ordenó el alcalde.

La mujer lo hizo despacio y con gestos de dolor por las marcas que la vara de abedul había dejado en sus nalgas…

Muy bien niña, así me gusta, le decía Don Anselmo mientras le acariciaba la cabeza y acompasaba los movimientos de la boca de la mujer.

Una vez limpia el alcalde le dijo

¡ponte de pie y tráeme manteca! Y mirando hacia Carmen que seguía doblada sobre la mesa con el trasero expuesto le dijo:

Tu como eres casada me recibirás por detrás…A Carmen, aunque puso cara de susto, no le disgustaba la idea, puesto que Martin la tomaba por ahí todas las semanas y le resultaba muy placentero, pero eso era algo que Don Anselmo no sabía.

Don Anselmo dijo ¡Amalia agárrale las manos a esta, no vaya a querer escapar! Y ya con la manteca allí hundió su mano derecha en la taza, para luego introducir un dedo en el culo de Carmen, quien hizo una mueca de dolor ¡estaba claro que no estaba siendo delicado!. Al momento en vez de un dedo fueron dos y Carmen comenzó a moverse por la incomodidad de esa violación de su trasero, lo que obligó a Amalia a hacer más fuerza si cabe.

Tras estos primeros envites con los dedos, el alcalde apoyó su verga en el ano de Carmen y se la clavó sin miramientos…

¡agggg! Exclamó Carmen…sofocando un grito de dolor…

Como ya se había vaciado con Amalia, Don Anselmo se explayó con Carmen que no estaba disfrutando de su sodomización. Amalia la miraba con ternura, estaba claro que estaba sufriendo, las embestidas eran duras, rudas y poco cuidadosas…la pobre mujer se movía al compás del viejo alcalde que estaba gozando de las estrecheces de la puerta trasera de la mujer del molinero…

Cuando ya llevaban un cuarto de hora de embestidas, Don Anselmo le puso la mano en la boca y se la clavó muy profundo mientras se dejaba caer sobre su espalda y sofocaba sus gritos con la mano…

A Carmen le caían las lagrimas por las mejillas, pero por fin había terminado su suplicio…

Con la ayuda de Amalia el alcalde se levantó, se recompuso y se dispuso a marcharse no sin antes decirles:

¡limpien todo esto si no quieren que regrese!

Continuará…


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Mi Plaza Soñada X es un relato escrito por Tutor publicado el 09-05-2024 16:31:07 y bajo licencia de Creative Commons.

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