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La saga de LAIKA VIII
Escrito por Lena

NIKO, MACHO ALFA

Faltaban pocas semanas para que Carmen volviera a Málaga. Montse la había intentado convencerla de que se quedara con ella. Seguro que encontraría algún trabajo apropiado en Barcelona y mientras tanto podían vivir perfectamente las dos con lo que ella ganaba de la empresa. No hubo forma de convencerla, la quería mucho, era verdad y se echarían de menos, pero desde el principio sabían que aquello tenía un fin y por mucho que la amara no quería renunciar a su carrera a cambio de una relación estable para siempre, algo en lo que no creía. Montse tuvo que aceptarlo y entender sus razones.

- Montse, quiero pedirte algo.

- Lo que tú quieras, dime.

- que dejes que me someta a un hombre antes de irme de aquí

- No entiendo que me pidas esto. Sabes que nuestra relación es abierta y puedes ir con un hombre siempre que quieras. Está bien que me lo cuentes, me gusta que lo hagas, pero no tienes que pedírmelo.

- En este caso sí, mi amor, quiero someterme a Nico, si tú no tienes ningún problema en que lo haga, de lo contrario renunciaré a ello.

- ¿A Nico?...Bueno, no tengo ningún problema, claro que no, pero ¿Estás segura de ello?
No sea que vaya a encoñarse de él, es un liante, se aprovecharía de ti como hizo conmigo.

- Tranquila, aunque me encoñare, como dices tú y cosa que dudo que suceda, dentro de tres semanas voy a irme, poco tiempo tendría para aprovecharse de mí.

- Bueno, te diré dónde encontrarlo. Yo iría temprano, no sea que haya encontrado ya a otra. ¿Quieres ir con él o también con su amigo?

- Ya me gustaría ya, pero voy justa de dinero y más de doscientos no puedo ahora mismo.

- Espera un momento.

Montse volvió con cien euros y se los ofreció.

- Toma, cuídate y disfruta.

- No sé cuándo podré devolverlo.

- No quiero que me los devuelvas. Lo que quiero es que lo pases bien. ¿Irás este viernes?

- Sí, así que si estan ocupados podré volver el sábado.

- Llévate el móvil y si te ocurre algo llámame.

- Ya verás como no me pasa nada malo.
Gracias por no poner problemas y por el dinero, claro.

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Llevaba un vestido que raramente se ponía, un vestido negro, de algodón, con tirantes y un escote discreto. todo y que no era ajustado marcaba bien sus nalgas y dejaba al descubierto buena parte de sus muslos. Eso, un tanga y unos zapatos de tacón, los únicos que tenía de este tipo. Las dos piezas, igualmente negras, haciendo juego con su vestido era todo lo que llevaba como indumentaria.
Cogió un taxi para llegar al local que le había indicado Montse. Se trataba de un espacio no demasiado, unos simples taburetes en una larga barra era todo el mobiliario, nada indicaba lo que allí ocurría.
Llegó temprano tal y como su querida Montse le había aconsejado, tan temprano que solo tres jóvenes eran los únicos clientes. Fue sentarse y pedir un whisky con hielo que ya tenía a uno de ellos a su lado saludándola. Tuvo que decirle que estaba esperando a un amigo para que se alejara de ella.
Poco a poco aquel sitio iba llenándose. Mujeres maduras, la mayoría vestidas discretamente y hombres, casi todos jóvenes. Se veía claramente, por su forma de vestir y de moverse, que se trataba de dos clases sociales distintas y alejadas.
Pronto hubo quienes bailaban, formándose claramente parejas. Aún eran pocas personas, pero se intuía ya lo que allí ocurría.
Fue entonces cuando vió entrar a los dos. La imagen de Nico dando un golpe con el codo al brazo de su amigo y comentándole algo, mientras su mirada se dirigía a ella evidenciaban que se había dado cuenta de su presencia.
- Mira quién hay aquí; la bollera amiga de Laika: este no es lugar para ti.

- No soy lesbiana, aunque también me gusten las mujeres.

- Usted perdone, señorita. Pero ¿Que buscas aquí, si puede saberse?

- He venido a contratar vuestros servicios.

- ¿La oyes Juan? ¿Oyes lo que dice? Ha venido a contratar nuestros servicios, mejor sería que dijeras que has venido dispuesta a pagar para servirnos.

Aquel tipo era capaz de hacerle perder la seguridad en sí misma mucho antes de lo que había pensado.

- Bueno…sí…

- ¿Y qué servicios se supone que son estos? Que te follemos o algo más.

- …Algo más…

- Doy por supuesto que Laika ya te habrá contado de lo que somos capaces y de nuestras tarifas.

- Sí. Me dijo que eran trescientos euros.

- Eso és; trescientos para los dos, doscientos para uno solo. Si llevas el dinero tendrás lo que te mereces. ¿Cuáles son tus límites?

- Los mismos que mi amiga.

- Espero que sepas lo que estás diciendo. ¿Es tu primera vez?

- No. No lo és. Solo quiero dos condiciones: Que pueda ducharme cuando terminéis y que me llevéis con coche a casa.

- Bueno, primero de todo. ¿Cómo te llamas? Por qué doy por supuesto que ya sabes nuestros nombres.

- Kira. Me llamo Kira.

- Kira y Laika. Vaya par ¿Y dónde vives?

- Vivo con ella, soy de Málaga y solo estoy por un tiempo aquí.

- Así que vives con ella ¿Lo oyes Juan? Seguro que se comen el coño. ¿Es así no?

Carmen guardó silencio, no le gustó el tono con que hablaba de su relación con su amada.

- ¡Contesta, joder! ¿Os lo coméis o no?

- Sí…Sí…

Le hizo poner de pie y que diese media vuelta, ya había visto que tenía buenas tetas, con estas palabras lo dijo, pero ahora queremos ver si tienes buenas nalgas.

- ¿Qué te parece Juan? ¿Nos la hacemos?

- Ya lo creo. Aún está más buena que su amiguita. Le tendremos que hacer fotos para mandárselas a los colegas.

- No. Nada de fotos. No hay trato si esto incluye hacerme fotos.

- ¿No has dicho que tenías los mismos límites que Laika? Además, nadie te reconocerá. ¿No te dijo que le hicimos fotos? Míralas, las tengo aquí en el móvil. verás que no se le reconoce.

Le impactó ver aquellas fotos. Ver a su amada con aquella máscara de cerda que cubría toda su cabeza. Constatar su humillación le dolió.

- Está bien…Está bien…

- ¿Entonces aceptas?

- Sí…

- Por cierto, se las voy a mandar. Ella aún no las ha visto. Salgamos y nos das el dinero, te llevaremos a nuestro local Supongo que estas instruida en cómo debes tratarnos a partir de ahora.

- Sí…Señor…

Montse, en su casa, pensaba en ella, en lo que le estarían haciendo, sufría por ella de como saldría después de aquello, ya había estado con Don Roberto, pero aun así no podía evitar sus temores.
Cenó lo poco que pudo y se puso un salto de cama, no pensaba ir a dormir mientras ella no regresase. Se disponía a leer un libro, si es que le era posible, para alejar aquellos pensamientos.
Fue entonces cuando recibió aquel mensaje con las dos fotos que le habían hecho aquel día.

“¿Te acuerdas? Ahora vamos a por ella”

Hijo de puta: “Ahora vamos a por ella”. No tendría que haberle dejado ir con ellos y claro que se acordaba, se acordaba de cómo la habían degradado, doblegado. Aún podía sentir el sabor a ácido úrico en su boca. Se acordaba de cómo había cedido a todos sus deseos para su propio placer. Podía imaginar lo que habían disfrutado sus antiguos compañeros de almacén, lo que habrían dicho viendo a su exjefa con aquella máscara de cerda. Aquellos que uno tras otro la habían disfrutado.
No solo esto vino a su mente, sino, también todo lo ocurrido desde el día en que se lo encontró en aquel local, de cómo la había utilizado, engañado y finalmente despreciado, para luego volverla a usa y no solo esto, también el día que la entregó a Diana, la noche que la compartió con Carlos, todos y cada uno de los viajes que le había obligado a hacer, el reencuentro con su padre y aquella extraña noche con Don Roberto, como había sometido a su amante. Todo, todo vino a su mente.
Hacía ya más de tres horas que había recibido aquel mensaje y Carmen aún no había regresado.
“Ahora te la traemos”
El nuevo mensaje contenía dos fotos, no muy distintas de las que le habían hecho a ella, aunque quizá aún más humillantes. En una se veía de rodillas, clavándose un consolador y en la otra, de pie con el pene de Nico en una de sus manos, muy arrimada a él. Seguro que también las compartió con sus amigos y les hablarían de la relación entre ellas, para el disfrute de todos.
Aún tardó más de un cuarto de hora en oír las llaves de Carmen abriendo la puerta.
Cuando la vió se abalanzó a ella abrazándola. Estaba visiblemente cansada, con las ojeras marcadas, pero se la veía bien.

- Será mejor que te acompañe a la cama, debes estar agotada.

- No, no, tranquila, puedo ir sola.

- Bueno, ya sabes, cuando quieras repetir, ya te he dado mi teléfono.
Se ha portado muy bien tu amiga.

Aún tuvo ánimos para girarse hacia él.

- Lo tendré en cuenta. Gracias, muchas gracias, señor.

Carmen se alejaba camino a la habitación, con paso tambaleante.
- Bien. Ya puedes irte.

- No tengas tanta prisa, mujer. Probablemente sea la última vez que nos vemos.
¿Te han gustado las fotos?

- ¿Cuáles? ¿Las mías o las suyas?

- Las tuyas, las de Kira espero que le gusten a ella y a mis colegas.

- No. No me han gustado y menos saber que las han visto todos.

- Vamos, seguro que te encantaría saber lo que han dicho. ¿Quieres verlo?

- No…De verdad que no.

- Tendría que haberte grabado en video para que oyeran tus gruñidos de cerdita.
cada vez que lo recuerdo se me pone dura.

- ¿Qué haces? No me toques.

- Que sensible estas. es solo una caricia.

Sí, solo había sido una caricia en su mejilla, pero, llevando solo aquel salto cama, temía lo que podría venir después.

- Vete, vete. Por favor.

Su mano se deslizaba, peligrosamente hacia sus senos, apartando, suavemente, su ropa.

- Por favor. Te lo pido por favor. No sigas. Vete, vete por favor.

- ¿A qué viene este tuteo?

- Por favor…señor…

- Mira cómo me has puesto. ¿seguro que quieres que me vaya, cerdita?

Le cogió una mano para hacerle evidente la dureza de su peno. Ella sabía que ya no la podría retirar. Ahora acariciaba uno de sus senos.

- Seguro que quieres llenarte la boca con ella por última vez. Decídete que Juan me está esperando abajo en el coche. ¿O quieres que también suba?

- ¡No! ¡No!

- Vamos, gruñe, gruñe cerdita y después te dejo disfrutar de mi polla, por última vez.

- ¿Por qué me hace esto, señor?

- Porque eres una perra y te gusta serlo

Y. sí. Gruñó, gruñó como una cerda, lloriqueando, antes de arrodillarse delante de él, de llenarse la boca, de babear dejando el suelo mojado.

- Para. Supongo que preferirás que te folle más que tragar mi leche. ¿No?

- Sí, señor, por favor.

Nico hacía ya rato que se había quitado su camiseta y ahora se desnudaba del todo mientras ella, obediente, prescindió de su salto de cama.

Jadeaba entre lágrimas, entre lágrimas gemía. Arrodillada en el sofá, apoyándose con sus manos en el respaldo apenas aguantando los duros envites de Nico. Aguantándolos hasta que él vació su semen dentro de ella, ya en pleno orgasmo.

- Podría hacer contigo todo lo que quiera, podría arruinar tu vida. Hacer que abandones tu empresa. Te prostituirías para mantenerme. seria tu chulo y aun así besarías mis pies como acabas de hacer ahora mismo.
¡Hazlo! ¡Bésalos!

Obedeciendo, sometiéndose, entre lágrimas, besaba aquellos desnudos pies.

- Supongo que ahora entiendes porque me das asco, asco y pena.
Vete, vete puta, ve a limpiar el coño de tu amiga. Se donde está la puerta. No quiero ver más, de lo contrario, si me buscas ya sabes a que tendrás que atenerte.

Una vez más usada y despreciada, de nuevo cayendo en sus redes. No, ella tampoco quería verlo más. sabía que no debía hacerlo.

- No llores más, mi amor. No llores por él, no se merece tus lágrimas.

- Lloro por mí, amor. Ni siquiera soy capaz de tirar el collar que me pusieron la primera vez. Pero no. No lo veré más. nunca más.

Fue entonces cuando recibió, en su móvil, aquella foto. No se le veía la cara, nadie iba a reconocerla, podía ser cualquier mujer besando los pies de su AMO. sabía que la compartiría, con sus amigos, como un trofeo.


Licencia de Creative Commons

La saga de LAIKA VIII es un relato escrito por Lena publicado el 20-07-2023 11:34:02 y bajo licencia de Creative Commons.

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