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AVENTURAS Y DESVENTURAS DE V (VI)
Escrito por Lena

EN MANOS DEL DIRECTOR
(Ver episodio I)

Una vez recuperada de la humillación que habría recibido, lo primero que hizo fue llamar a Roberto. Sabiendo que para él solo era carne de la que disfrutar no le sorprendió su reacción, pero ciertamente le dolió.
Cuando le contó el chantaje a que se veían sometidas ella y Montse, su respuesta se limitó a constatar que finalmente terminaría el curso saliendo como titulado.

- Pero… ¿Y nosotras? ¿No te das cuenta de lo que nos espera?
- Bueno, La verdad es que me molesta que tenga que compartiros con este cabrón, yo os veía como solamente bajo mi tutela, obedeciendo, follando conmigo y con quien yo decidiera, pero entiendo que tengáis que satisfacer sus deseos,
- ¿Lo entiendes? ¿Qué es lo que entiendes? Hemos accedido por ti y por tus amigos.
- ¿Por mí y por mis amigos? A nosotros una vez terminado el curso y con el título debajo del brazo este tipo ya no nos puede hacer nada. Si lo hacéis es por conservar vuestro trabajo, sabiendo que no encontraréis otro en ninguna escuela debido a los motivos de vuestro despido y encima teniendo, como me cuentas, fotos que os comprometen. No me gusta que lo hagáis y ya te he dicho el porqué, pero soy comprensivo. ¿Qué más quieres?

Se hizo un largo silencio. Roberto tenía razón, aun así, demostraba una frialdad que le hería.

- Que… Que no nos dejes… Que no nos repudies…
- Aún no me he cansado de vosotras como para hacer tal cosa. Además, él está casado, lo cual me deja a mi margen para seguir disfrutando de vosotras. Bueno, ahora te dejo, ya me contarás cuando él os requiera y lo que hace con vosotras, ya veréis como no es tan grave como ahora te parece.
Sí… Gracias Roberto.

Ni siquiera se daba cuenta de que, aun tratándola así, ella se mostraba agradecida. Hasta este punto había llegado y solo era el principio.

Y ahora estaba allí, diez días después de terminar el curso, llamando, con sus nudillos, a la puerta del despacho del director, en aquella escuela tan llena de vida, ahora vacía, convertida en un espacio casi fantasmal.

- Pasa. Vaya veo que eres puntual. Tú siempre con esta apariencia de responsabilidad, de falsa responsabilidad, claro.
- Buenas tardes, señor
- No. No tomes asiento, no has venido aquí a tener una charla conmigo.
Voy a asegurarme de que nadie más pueda entrar en la escuela, tardaré unos minutos. Mientras quítate la falda, las bragas y el sujetador, te quiero solo con la blusa y los zapatos.

Mientras hacía lo que se le había ordenado, no podía dejar de pensar en que nuevas humillaciones se vería sometida por aquella mente retorcida, y a lo que con ella había hecho la vez anterior.
Acababa de abrocharse la blusa, aquella blusa que le cubría casi completamente las nalgas, cuando lo oyó entrar.

- ¿Llevas tu collar de perra en el bolso?
- Siempre lo llevo, señor
- Pues dámelo que te lo voy a poner, te queda muy bien llevarlo y me gusta verte con él, es algo que te define a la perfección. Debería felicitar a Roberto por el acierto.

Cuando se lo puso, aun no siendo Roberto quien lo hacía, sintió el escalofrío que siempre sentía en contacto con el cuero de aquel objeto.

- Te advierto; el próximo curso no quiero que se repita lo que ha pasado en este. No quiero que tengas relaciones de este tipo con nadie de la escuela, excepto conmigo, claro y mucho menos, con alumnos. Por muy mayores de edad que sean, como mucho tendrán veintiún o veintidós años y tú podrías ser su madre.
- No… No volverá a ocurrir… Señor.
- Espero que no por la cuenta que te trae, el despido sería fulminante y con todos los honores, te lo aseguro y para que no lo olvides te voy a infringir un correctivo, que bien lo mereces.
- Un… ¿Un correctivo… señor…?
- Sí, un correctivo. Inclínate y apoya tus manos en la mesa.

No pudo evitar que a su mente le viniese la película "Secretary" y aquellas secuencias que tantas veces había mirado. Vio como él cogía, de encima de la mesa, una regla plana, sintió como levantaba su blusa y supo lo que le esperaba.

- ¡Ah!
- ¿Qué pasa? ¿Roberto no te ha azotado nunca?
- No. No, señor.

Era verdad. Nunca había sido azotada, era la primera vez, aunque enseguida se dio cuenta de que este no era el caso del director, precia saber muy bien lo que se hacía; aplicaba la fuerza necesaria para que el dolor no fuese excesivo, las pausas temporales entre azote y azote eran imprevisibles, como imprevisible era cuál de sus nalgas lo recibiría y en qué zona de ellas. De tanto en tanto paraba para masajearlas, esto calmaba su dolor y, esto lo supo después por Montse, activaba la circulación de la sangre, evitando moratones.
Lo cierto es que los propios azotes recibidos adormecen el dolor y ya solo sentía el ardor de sus nalgas y con él palpitar de su sexo, totalmente mojado ya, apareciendo el deseo, la urgencia del deseo insatisfecho.
Fue entonces cuando los azotes pararon y le mandó separar sus piernas, mientras su mano evaluaba el estado de su sexo.

- Qué puta eres. Estás chorreando. ¿Quieres polla verdad? ¿Eso es lo que quieres?
- Sí. Sí… Por favor - Era un ruego lastimero, casi perruno, el que emitió su garganta.
Ven. Ven aquí.

Cogiéndola por un brazo la llevó a través de aquel largo pasillo. Estaba allí respondiendo al chantaje que pesaba sobre ella y su amiga Montse, sí, pero ahora mismo se sentía totalmente entregada y aquel hombre lo sabía y estaba dispuesto a disfrutar de ello.
La empujó dentro de los lavabos de las mujeres, colocándola ante uno de los espejos, frente a su imagen, a ella misma, con todas las consecuencias. Su rostro reflejaba ansiedad, deseo. Con su collar de perra, como tal se veía; una perra en celo.

- Mírate, mírate bien. ¿Imaginas lo que haría cualquiera que te viera así? Claro que lo imaginas, lo has imaginado mil veces y esto te pone completamente salida, a la merced de cualquiera. Ahora mismo te da igual que sea Roberto o yo quien te tome, hasta por tu hijo te dejarías follar ¿Verdad furcia?

No podía vocalizar lo que sentía, aquello era demasiado, incluso para ella.

- ¡Vamos contesta! Contesta de una vez ¿Te dejarías follar por cualquiera incluso por tu hijo. ¿Sí o no?
- Sí... Sí….

Veía, a través del espejo, como la mano del director bajaba hasta su blusa, desabrochando, uno a uno, sus botones, como acariciaba sus senos, como los sobaba. Era su punto débil; suspiró, se revolvió buscado su boca.

- ¿Qué haces? Yo no beso a las putas.

Una vez más humillada. ¿Hasta dónde llegaría? Ya no quedaba nada de su dignidad como persona, como mujer, solo era una perra sumisa para ser usada, esto es lo que era.
Sentirse en aquella tesitura, al tiempo que verse, en el espejo, con su rostro transfigurado, le excitaba aún más. Verlo detrás de ella, bajándose los pantalones, sentir aquel pene refregándose en sus nalgas. No podía más.

Le obligó a que se apoyara en la pica del lavabo, que alejara su cuerpo de él y levantara sus nalgas. Por fin, por fin iba a ser follada.

Pronto llegó un primer orgasmo, entre jadeos, mientras seguía siendo penetrada. Fue un orgasmo, corto, pero de gran intensidad. El segundo llegó mientras él la llenaba con su semen. Ahora sus piernas temblaban, apenas soportaban el peso de su cuerpo.

- Arrodíllate. Arrodíllate puta. Te dije que tragarías algo más que mi leche y suelo cumplir con la que digo.
Mírame, mírame a los ojos y abre la boca.
- ¡No! ¡No! ¡Eso no!

Era, en mucho tiempo, su primer acto de rechazo, de rebeldía. La bofetada que recibió en su rostro hizo que se tambaleara.

No fue el dolor, ni el miedo, fue un acto de absoluta sumisión al macho. Fue un consentimiento, el consentimiento de una sumisa. La máxima expresión de obediencia.
Miró a sus ojos suplicante, mientras abría su boca para recibir aquella lluvia dorada de la que no se quitaría el sabor hasta la mañana siguiente.

No. No podía seguir así, tenía que buscar la manera de librarse de aquel hombre. Tenía que pertenecer a alguien, saber de quién era y de quién sino de Roberto. Alguien a quien satisfacer y a quien obedecer. Eso o terminaría siendo de todos.

La solución llegó el día siguiente por la noche, de mano de Montse.

- Hola Victoria, soy Montse. ¿Qué tal esta?
- Mal, la verdad, después de lo que hizo conmigo el director, estoy mal.
- Ya lo imagino. Yo hoy he pasado por sus manaos y sé de lo que hablas. Pero se ha terminado, ya no nos llamará más.
- ¿De verdad? ¿Te lo ha dicho él?
- No. Se lo he dicho yo. Grabé todo con el móvil dentro del bolso. Todo lo que decía. Le he mandado un corte hace unas horas. Te aseguro que nos dejará en paz.
- Gracias Montse. Gracias. No sabes cómo te lo agradezco.
- Fue idea de Roberto.
- ¿De Roberto?
- Sí, ya ves, es el mejor chulo que podemos tener - Dijo entre risas-
- Sí. Espero que no se canse de nosotras.
- Debemos procurar que no. Besos
- Besos.

FIN DEL EPISODIO.


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AVENTURAS Y DESVENTURAS DE V (VI) es un relato escrito por Lena publicado el 15-03-2024 11:27:33 y bajo licencia de Creative Commons.

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