Tiempo estimado de lectura de 11 a 14 minutos

Políticamente incorrecto 2.1
Escrito por Wilmorgan

Justo antes de recibir el golpe, Natalia volvió a encerrar mi cara entre sus piernas. Mi grito fue ahogado por sus carnosos muslos. Llegué a pensar si con mis quejidos podían hacer vibrar el coño de aquella diosa. Dentro de mi tortura, mi mente tenía tiempo para la lujuria, deseando estar dando algún tipo de placer a Natalia con mis lamentos directos a su entrepierna. Ya no sabía si la humedad de su sexo era por ella o por mis babas. El dolor era insoportable. Pero seguía notando mi pene erecto.
Al menos dos veces más repitió la operación. Natalia me dejaba respirar y a su vez, podía ver a mi novia junto a él, preparándose para darme otra patada. Ella mantenía la pierna levantada hacia atrás, hasta que él daba la orden. Creo que pude ver lágrimas en sus ojos, pero no estoy seguro. Eso me dolió aún más. Por mi culpa estaba siendo obligada a hacer aquello. Por buscar el camino fácil. El camino ruin y depravado. Este era mi castigo. O eso creía.
Peor que el dolor o el hecho de sentir excitación con aquello, era la incertidumbre. No saber si le había dicho a mi novia que yo había planeado todo. Si esas patadas que me estaba dando, era por obligación o por pura rabia hacia mí. ¿Sus lágrimas serían de pena o de decepción?
Por un momento también pasó por mi mente lo que podía suponer para Sofi verme así. Además de tener frente a ella a su novio tirado en el suelo humillado. No era menor la humillación que para ella sería que su compañera de trabajo tuviera la cara de su novio entre sus piernas. Su orgullo como mujer de bien seguro que estaba dándole pinchazos en el estomago al ver a su preciosa amiga sobre mí. Quizás las patadas llevaban cierta inercia por esos sentimientos. Pero como digo, solo fue un momento, no quería perder el tiempo con lo racional o lo ético. Solo podía pensar en la preciosa tetona que me aplastaba la cara.
Creo que era la quinta patada que recibía, cuando me pareció notar que Natalia no se limitaba a taparme la respiración con su entrepierna y sus muslos. Me pareció notar un leve balanceo sobre mi cara. Las patadas se detuvieron y sentí como dos manos se apoyaban en mi pecho. Era Natalia, usando mi cuerpo como apoyo. Cada vez tenía más claro que se estaba excitando al asfixiarme y recibir mis gritos en su sexo. O quizás solo estaba en una postura difícil y necesitaba sujetarse a algo. Lo segundo era más probable, pero la sangre estaba toda en mi tieso miembro. Por lo que me quedé con la versión que más me interesaba.
Pensé, que de perdidos al río. Aprovechando que las patadas de mi novia se habían detenido por el momento, me dejé llevar. Saqué mi lengua, inmóvil, pero fuera de mi boca. Estaba seguro que Natalia podía notarlo, pero nadie más podía verme. Y después de todo, podía justificar que lo hiciera del dolor o la falta de aire.
El balanceo continuó, disimulado, pero cada vez menos. Yo ya no podía aguantar más sin respirar. Golpeé sus nalgas en señal de auxilio. Me tenía a su merced. Solo con su culo podía acabar conmigo. Se apiadó y separó sus muslos unos centímetros de mí, recibiendo aire de nuevo. Di una bocanada salvaje de aire y volví a sacar mi lengua, mientras intentaba respirar los segundos que ella decidiera regalarme. Estaba tan excitado que no pensé que no tenía los muslos de Natalia ocultándome. Tanto mi novia como él podía verme con la lengua fuera, esperando como un salido que esas mallas volvieran a taparme la boca.
Sentí unas caricias en mi pecho. Era la preciosa Natalia, dándome la señal de que volvía a la acción. Llené mis pulmones y con mi lengua fuera, le di una palmadita en su culo. Entendió que yo estaba listo, y me encerró de nuevo la cara entre sus muslos.
Estaba excitadísimo. Hubiera dado todo para que sus manos pasaran de mi pecho a mi polla. Incluso eso me excitaba. Que no me tocase. Solo se frotaba disimuladamente contra mi cara, mientras yo aguantaba la respiración todo lo que podía. Estaba siendo usado por una mujer sin recibir nada a cambio. Y además mi supervivencia dependía de ella. Si aquella diosa morena así lo quería, yo moriría allí mismo. Y lo peor de todo es que lo haría con la lengua fuera y una cara de felicidad indescriptible.
En ese momento no me acordaba de mi novia. Aunque me pateaba los testículos cuando más disfrutaba. Era como una analogía de la vida. Mi novia reventándome los huevos mientras yo agonizaba por el coño de otra mujer. Y mi polla queriendo explotar.
No sé cuánto tiempo llevaba sin respirar empapando sus mallas con mi saliva, pero no aguantaba más. Dejé de magrear el culo de Natalia para darle unas palmadas en señal de que necesitaba respirar. Pero no se apartaba. Me puse nervioso. Había apurado al máximo para disfrutar todo lo posible. No quedada nada de aire en mis pulmones. Comencé a azotar nerviosamente los glúteos de Natalia, pero no se movía. Intenté empujar con mis brazos, pero no tenía suficiente fuerza para despegarla de mí. El pánico recorrió mi cuerpo. Y si él no le permitía levantarse. Y si estaba obligando a la preciosa morena a seguir frotándose conmigo hasta que me desmayase. ¿ Moriría entre los muslos de la compañera de mi novia?
De verdad que lo pensé. Pero cuando creía que iba a ser así. Alguien pisó mis huevos con fuerza. No podía gritar. No me quedaba aire para hacerlo. Entonces noté como el peso en mi rostro disminuía. Natalia se separaba de mí, pero la presión en mis bajos se mantenía con fuerza. Respire como pude. Mal, muy mal. Quería gritar y respirar a la vez, pero era imposible. Entre los muslos húmedos pude ver a Sofía, a la pata coja con su pie de apoyo justo en mis pelotas. Tras de ella, estaba él, ayudando a que no perdiera el equilibrio sosteniéndola desde su cintura con ambas manos. Sofi me miraba a los ojos viendo mi cara de sufrimiento por aguantar todo su peso con mis bienes más preciados. Quise pedir perdón, pero no tenía voz.
- ¿Crees que ya ha aprendido quién manda? – preguntó él a mi novia.
- Sí… Sí… seguro que sí. ¿Puedo bajar ya? – contestó ella sumisamente.
- Depende. ¿quién manda? – preguntó de nuevo, esta vez a Sofía.
- Tú. Mandas tú. Todos los sabemos. Por favor… Obedeceremos.
Sofía suplicaba por mí. Lo que empezó como un plan perfecto donde saldría como un Superman, había acabado con mi novia suplicando al hombre que me había sometido humillantemente. No había forma de solucionarlo. Mi única esperanza es que todo pasara rápido y no volver a verle en la vida. Pero primero debía ser liberado de los 50 kilos que aplastaban mis bolas.
Por suerte permitió a Sofía bajar de mi hombría, si es qué todavía podía llamarlo así. Inmediatamente llevé mis manos allí y lloré. Sí, lloré como un niño. Sin saber si lo hacía por el dolor o por la humillación. Tumbado de costado en la tierra de aquel maldito parque, aferrando a mis pelotas, con lágrimas en los ojos… y solo. Podía ver desde el suelo los pies de ambas chicas a mi lado, pero ninguna se inclinó a ayudarme. Se mantenían de pie, sin hablar, esperando nuevas órdenes.
Su compinche me hizo rodar por el suelo empujando mi cuerpo con sus pies hasta estar junto al banco. Entonces noté unos zapatos en mi cara y pecho. Era él, sentado en el banco usándome como reposa pies. Su amigo le imitó, quedando los dos sentados con sus piernas descansando en mí.
- Bueno… ¿por dónde íbamos? – preguntó él, desde su cómodo trono.
- Pues no lo sé… Estábamos disfrutando de los melones de la tetona, cuando dejaste a la maricona esta que los tocase por tres segundos… Y mira todo el tiempo que hemos perdido de disfrutar de esas tetas. – resumió su amigo con sorna.
- Cierto. – ratificó él, mientras me pareció que encendía un cigarro.
- Este mierdecilla ha tocado las tetas a la rubita y yo aquí sin poder darle calor a mi amorcito. Mírala, está muerta de frio. – volvió a insistir el amigo.

Desde mi posición podía ver a Natalia con los brazos cruzados y los pezones bien erectos. Parecía estar dándose calor, pero dejaba sus duros pechos a la vista. Supongo que después de ver mi castigo quería tenerlos contentos. Él le preguntó si tenía frío, a lo que ella asintió con la cabeza. Había conseguido lo que quería, dos mujeres sumisas y obedientes.
- Pues ven tonta, que yo te doy calorcito. – dijo el enorme negro.
Ella dudó por unos segundos, para después ir hacia el banco pasando por encima de mí, sin mirarme. Ahora solo podía ver a mi novia, de pie, inmóvil. Yo tenía la vista hacia ella y el zapato de él sobre mi cara impidiendo cambiar la posición. Noté un mayor peso en mi estómago, donde el negro reposaba sus piernas. Por lo que supuse que Natalia volvía a estar sentada encima de él. Al menos antes había podido disfrutar de la escena de los manoseos a Natalia. Ahora estaba castigado a mirar a mi novia, mientras era el reposapiés de dos hombres.
- Ahora que lo recuerdo. Dije que, si incumplía alguna norma, serias tú quien quedaría con las tetas al aire. – le dijo él a Sofía.
- ¿Quieres que me quite la camiseta? – preguntó ella, con la voz entrecortada.
- No lo digas así. Es culpa de tu novio, no mía. No lo olvides. Además, tu amiga tiene frío y su camiseta esta sucia. Mejor se la das a ella. Que no tiene la culpa de que tu tengas un novio de mierda. – dijo él, haciendo volver mis dudas sobre sí Sofi conocía la verdad.
- No os preocupéis por ella, yo le doy calor. Es un crimen tapar estas ubres. – escuché decir al negro.
- Tranquilo Jacob. Estoy seguro que esta señorita sabe muy bien lo que tiene que hacer para tenerte contento. – dijo él, revelando por primera vez el nombre de su amigo.
Vi como Sofi se quitaba la ajustada camiseta frente a su compañera de trabajo, aquellos dos hombres y el patético de su novio a los pies de todos ellos. Seguidamente se acercó hacia nosotros y estiró la mano entregándola. Pronto volvió a su posición y me pareció apreciar que estaba más erguida de lo normal, sacando pecho luciendo su bonito sujetador blanco.
- ¿Me quito el sujetador también? – preguntó ella, como queriendo terminar cuanto antes.
- Ummm… no. Se me ocurre algo. ¡Tú! Mierdecilla. ¡Levanta! – me dijo él, empujándome con la punta de su pie.
Su amigo no retiró las piernas de mi cuerpo, por lo que tuve que volver a rodar por el suelo para poder salir de debajo de ellos. Me costaba levantarme por el tiempo que llevaba ya tumbado y del persistente dolor en mis partes. Cuando aún tenía una rodilla hincada en el suelo y la otra flexionada, vi el pequeño pie de mi novia entre mis piernas. Una sensación de respeto y casi terror sacudió mi cuerpo. Minutos antes había acabado con mi hombría con ese pequeño pie. Así, de rodillas frente a mi novia, temeroso de que mis actos provocasen su ira, me sentí todo lo contrario que pensaba sentirme aquella noche. No era el ser superior que deseaba ser. Me sentía inferior, no solo a él, también a mi novia.
Deseché rápidamente esa sombra victimista de mi mente y me obligué a ponerme en pie. Al hacerlo, quedé frente a mi novia, que me miró por un segundo a los ojos, para luego volver a mirarle a él. Fue el mayor desprecio que nadie me había hecho. Entendí que yo allí no era nada, por lo que me puse a su lado imitando su comportamiento. Al menos intentaría no volver a sufrir la ira de ese malnacido.
Al tener el banco en frente pude volver a verlos. Efectivamente, Natalia estaba sentada sobre aquel negro de dos metros que ahora sabía que se llamaba Jacob. Llevaba puesta la camiseta de Sofía, que si ya le taparía poco debido a sus soberbios pechos, no lo hacía en ningún modo por tener sus tetas sacadas por encima del escote. Ver sus redondos y duros senos, apretados por la tela de la ajustada prenda, conseguían que estuvieran más hinchados si cabe, era una imagen lasciva como pocas.
- Tú, cerdo, no mires a mi chica. – dijo Jacob, tapando los pechos de Natalia con sus grandes manos.
- Exacto. Baja la mirada. Tienes prohibido mirar a las mujeres sin permiso. – dijo él.
Agaché la mirada más frustrado que humillado. Odiaba que me dieran órdenes. Pero al menos esperaba disfrutar, aunque solo fuera como espectador.
- Contesta cuando se te de una orden. – añadió él.
- Vale… - dije yo, intentando disimular mi oposición.
- Vale… no. Sí, señor. No me hagas enfadar. A partir de ahora me tratareis como vuestro señor. Y quizás en un futuro lleguéis a algo más. – dijo con voz seria.
- Sí… señor. – contesté, esta vez mucho más sumiso, asustado por su amenaza.
No me podía creer que tuviera que llamarle señor al muy desgraciado. No solo me había traicionado y humillado delante de mi novia, que ahora quería que le tratase como si fuera mi jefe y yo su sirviente.
- Bueno Sophie, ¿qué me estabas diciendo? – preguntó él.
- Que… Que… si me quitaba el sujetador… - tartamudeo mi novia muerta de vergüenza.
- Que si me quitaba el sujetador… ¿qué? - recalcó él.
- Perdón, perdón. ¿Me quito el sujetador, señor? – repitió Sofi, con más vergüenza, pero asegurándose de decirlo como él quería.
- No. – respondió él, sorprendiéndonos a todos.
- No te lo quites. Te lo quitara el perdedor de tu novio, para nosotros. Y lo hará despacio, de manera sensual y anunciándonos lo que nos esta entregando. – añadió después de una pequeña pausa dramática.
- Y si no lo hace bien, seréis castigadas las dos. ¿Entendido, zorritas? – preguntó en femenino, a mi novia y a mí.
- Sí, señor. – afirmamos ambos.
No tenia claro lo que tenia que hacer. Me parecía el colmo de la denigración como hombre y como pareja. No solo quería que desnudase a mi novia delante de ellos, si no que pretendía que anunciara alegremente que les entrego al amor de mi vida, desnuda, a esos pervertidos. Aunque sí… me aterraba cual seria el castigo por fallar. Y no solo lo sufriría yo. No podría con el peso de ver sufrir a Sofi por mi culpa.
No sabia que decir. Estaba muy nervioso. Me situé tras ella para soltarle el sujetador, mientras intentaba averiguar que podía decir que fuera del agrado de aquel cerdo. Nunca se me habían dado bien los sujetadores. Y ahora con la presión de hacerlo con público y pensando que decir, mucho peor. Mis dedos no atinaban a soltar el enganche en la oscuridad de la noche. Estaba tan nervioso, que mi sentido del tacto estaba desaparecido. Empecé a escuchar comentarios de decepción por parte de mi público, al que no podía ver por no permitirme levantar la mirada hacia ellos.
- No seas inútil. Atina y hazlo bien por una vez. No quiero que me castigue por tu culpa. – me dijo Sofi susurrando.
En mi parte racional, sabía que tenía razón. Todo era culpa mía. Incluso era posible que ella lo supiera. Pero sus palabras fueron como un puñal en mi delicada y mermada hombría. No me había dirigido casi la palabra en toda la noche. Y lo primero que me decía después de haber sido torturado por ella misma, es que era un inútil. Un atisbo de orgullo y venganza apareció en mí.
Conseguí soltar el cierre del sujetador, dejando liberada la prenda por su espalda. Cruzando mi mano derecha por su pecho, sujeté la copa izquierda. Con la otra mano comencé a bajar el tirante de ese lado. Cambié la mano que mantenía su pecho izquierdo oculto y fui a repetir la operación con su gemelo, a la par que inicié mi discurso.
- Muy señores nuestros. Espero que puedan disfrutar de los pechos de mi novia Sofía. Son unos pechos bonitos y duros, con muy poco uso. Puedo asegurar que sus pezones son una zona muy erógena, erizándose rápidamente con cualquier contacto físico.
En ese momento aparté mis manos de las copas y dejé que la gravedad mostrase las tetas de mi novia a los dos cerdos y a Natalia, que no quitaba ojo de la escena, mientras era sobada por Jacob.
- Como pueden apreciar, quizás no sean de la calidad suprema a la que están acostumbrados, viendo de lo que ya disfrutan. Son bastantes más pequeños, con una ligera caída. Y no tienen esa redondez perfecta que si pueden disfrutar en productos de una gama superior. Pero por su contra, verán que tiene un color moreno muy sensual. Con aureolas pequeñitas coronadas con unos pequeños pezones que, si se fija, comienzan ya a endurecerse en señal de saludo a ustedes. Y no deben olvidar, que sus imperfecciones se deben a ser 100% naturales. Espero que los puedan disfrutar como prefieran y las veces que quieran. Y si no quedan satisfechos, pueden devolverla en cualquier momento.
Me sorprendí a mi mismo de lo que acababa de decir. Siempre había sido elocuente, pero no pensé que en una situación extrema como pocas sería capaz de ello. Supongo que fue mi manera de vengarme de todas las humillaciones que había sufrido delante de mi novia y que parecía que a ella no le importaban nada, después de sus palabras de desprecio hacía un momento. Aunque ahora me sentía mal. Había entregado las tetas de mi novia a dos hombres. Y si no fuera poco, degradándolas en comparación de las de su amiga. Me sentía mal, pero un hormigueo de excitación comenzaba a recorrerme el cuerpo.
En mi mente todo pasaba rápidamente, excepto la reacción del que ahora era mi Señor. Quizás solo fueron unos segundos de silencio tras acabar mi alegato. Pero la incertidumbre de no conocer mi destino hacía la espera de su juicio interminable.
Cuando comenzaron a reír a carcajadas, la cosa no mejoró. No tenia claro si era bueno o malo. Solo se que reían como posesos, mientras mi novia en toples y yo esperábamos su veredicto. Incluso me pareció escuchar una risa femenina. Parecía que a Natalia le hizo gracia que comparase sus pechos con los de Sofía. Podía sentir la vergüenza de mi novia transpirando hacia fuera de su torso desnudo. Aun con la vista sumisamente baja por miedo a represalias, tuve un pequeño sentimiento de victoria. Me estaba convirtiendo en un pervertido.
- Increíble. No me equivocaba contigo. Buen chico. – sentenció él.
Por más que sus palabras no fueran otra cosa que una ratificación de mi posición como hombre sumiso, que estaba entregando a su novia medio desnuda, sentí un gran alivio. Diría que hasta Sofía lo sintió, aunque la vergüenza que estaba sufriendo en ese momento fuera aun mayor. Natalia estaba sentada con su camiseta mientras un hombre le sobaba las tetas. Esas mismas que yo, su novio, había declarado como un nivel superior a las suyas. Cuando las risas comenzaron a disminuir, él continuó.
- No te sientas mal morena. Es cierto que tu amiga tiene unas tetas perfectas. Pero las tuyas están muy bien también. Además, me gustan más las naturales. Ven, deja que las examine. – dijo él.
Sofía se separó de mí bruscamente, como queriendo dejar claro su malestar conmigo. Al llegar frente a él, este le hizo arrodillase entre sus piernas. No podía ver toda la escena por miedo a que me descubrieran mirando, pero si podía ver la espalda desnuda y erguida de mi novia, mientras él llevaba sus manos a los pechos de mi pequeña Sofi.
- No están nada mal. Muy duritas y suaves. Vamos a comparar con las de tu amiga.
Al decir eso no pude evitar mirar. Con una mano tocaba los pechos de Sofía y con la otra las de Natalia, que seguía sentada sobre Jacob. Estaba cumpliendo una de mis fantasías que ni siquiera había sido capaz de imaginar. Comparar las tetas de mi novia con las de su compañera palpándolas al mismo tiempo.
- Sí se nota la silicona en cuanto a dureza, esta claro. Pero la verdad que están muy bien hechas. Aunque las morenas, sin ser tan grandes, están muy firmes para su tamaño. Además, a mí me gusta esa curvatura que hace que sean más respingonas hacia el pezón. ¿Tu que opinas Jacob?
No podía creer que estuviera hablando de las tetas de mi novia como si de un sumiller catando vinos se tratase. Encima, pedía la opinión de su amigo. Que por supuesto, estuvo encantado de llevar una mano a mi arrodillada Sofía y magrearle el pecho libre, mientras hacía lo propio con la otra que tenía en su regazo.
- La verdad es que están muy duritas para ser naturales. Y esos pezoncitos pequeños tienen morbo. Aunque me gustan más las blanquitas y grandes. Mira que pezón más durito. – dijo él negro pellizcando un pezón de Natalia.
- Bueno si lo tratas así, es normal. Mira, si hacemos lo mismo seguro que se pone igual. – le rebatió él, pellizcando el pezón de mi novia.
Esos malditos pervertidos no se conformaban con magrear los pechos de las dos, ahora habían pasado a pellizcar y retorcer los pezones de ambas mujeres sin importarles sus quejidos. Si, mi novia y Natalia estaban quejándose… ¿Pero de verdad estaban sufriendo? Sofi tenía a dos hombres atractivos apretando cada uno de sus pezones. No podía ver su cara, pero si era parecida a la de su compañera, la mezcla de dolor y excitación se balanceaba más hacía esta última. Al menos eso me parecía a mí entrever en el rostro de Natalia. Ya me daba igual que me descubrieran mirando. De hecho, pienso que querían que yo viese toda la escena. Que fuera testigo de cómo podían hacer lo que quisiera con mi novia. Lo que yo jamás hubiera podido hacer nunca. Tenerla arrodillada medio desnuda en la calle, mientras comparan sobando y torturando sus tetas con las de su preciosa amiga. Tenerla sometida hasta tal punto de dejarse hacer sin importarle sus principios feministas. Y quizás, excitarla con eso.
- Pues tengo que dar por vencedora a la tetona. Es cierto que son de mentira, pero su dinero le ha costado. Y es de agradecer que una mujer se esfuerce por tener unos buenos pechos para alegrar a los hombres. – dictaminó él, provocando una sonrisa en Natalia.
- Has perdido Sophie… lo siento, pero es así. Tu compañera tiene mejores tetas que tú. Es normal que a tu novio le ponga palote fantasear con esos melones blanquitos. – continuó metiendo el dedo en la llaga.
- No seas cruel tío. Deberías darle otra oportunidad a la zorra morena. – dijo Jacob, mientras estiraba del pezón de mi novia.
- No sé… ¿Quieres que te de otra oportunidad? O prefieres reconocer que Natalia es superior a ti. – le dijo a mi novia, alzando su cabeza con la mano en su barbilla.
- Otra oportunidad… Señor… - dijo Sofi en voz baja.
- Otra oportunidad… ¿Y que tiene una zorrita como tú que pueda competir con una zorra como ella?
- El… culo… Señor. – contestó con mucha vergüenza.
- Tu culo… ¿Crees que tu culito de zorrita es mejor que el suyo?
- Sí… señor. – afirmó con su voz sumisa y tímida.
- Pues dilo claramente zorrita.
- Mi culo de zorrita es mejor que el suyo, Señor. – dijo ella.
Ahora si que no entendía nada. ¿Por qué Sofía le seguía el juego? ¿Qué necesidad de competir con su amiga? No entendía que así lo único que conseguía era animar a ese pervertido. Quizás lo hiciese para demostrarme a mí que no tenía que envidiar en nada a Natalia. Que ella era todo un bombón y no necesitaba fantasear con ninguna barbie. Pero verla arrodillada frente a otro hombre, me hacía especular que no era yo a quien quería impresionar. Y había sacado toda su artillería. Su trasero. Ese precioso y respingón culito que a nadie podía dejar indiferente.


Licencia de Creative Commons

Políticamente incorrecto 2.1 es un relato escrito por Wilmorgan publicado el 03-07-2022 21:41:02 y bajo licencia de Creative Commons.

Ver todos los relatos de Wilmorgan

 

 

22 No me gusta0
PARTICIPA!! Escribe tu opinión

MÁS RELATOS

 Ludo mentis
 Escrito por sumisso

 Presentación
 Escrito por sumi mia

 Cornudo sumiso
 Escrito por Slave

 Los amigos de mis amos
 Escrito por SoniaSev



   ACCESO USUARIOS

   
   
   
   BÚSQUEDA AVANZADA