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Políticamente incorrecto 1
Escrito por Wilmorgan

No lo pensé ni por un segundo. Vi la oportunidad y la tomé. Sabía que estaba mal, que no era moralmente correcto. Ni siquiera quise plantearme la legalidad, pues sabía perfectamente la respuesta. Era un plan perfecto. Donde yo saldría como un héroe, aplacaría los problemas con mi novia. Y de paso, me llevaría un extra… Si hubiera reflexionado un poco… Si mi pepito grillo no hubiera estado de vacaciones…
Empecemos por el principio. Me llamo Marcos y tengo 28 años. Mi profesión no importa en estos asuntos, por lo que lo obviaremos. Una relación estable desde hace 5 años con mi novia, con una vida, se puede decir que acomodada. Llevamos dos años viviendo juntos, en un piso de alquiler bastante bonito y no tenemos problemas económicos realmente.
Con Sofía, mi novia, he vivido 4 años maravillosos. Una relación de película. Ella es una mujer inteligente, muy inteligente. Segura de sí misma y con principios. Buena persona y siempre preocupada de hacer feliz a los suyos. Una mujer de pies a cabeza. Y justamente entre esos, no hay desperdicio. Una morenaza que con 1,68 de altura y unos 57 kilos, tiene una silueta increíble. Delgada, pero con sus curvas bien marcadas. Unas largas piernas morenas de las que solo apartas la vista de ellas para subir hasta un culito duro y respingón que queda bien incluso con la ropa más holgada. Si te la encuentras de frente, no te será difícil evitar abrir los ojos como si hubieras visto un billete de 500 € volando. Lo primero, por los suyos. Unos ojos color miel enormes, que resaltan en esa carita de niña buena que tanto morbo nos da a los hombres. Reza para que entonces no sonría, pues quedarás prendado de por vida de sus labios rosados y carnosos, que no sabrás si te apetece más besarla o que sea ella quien te bese todo el cuerpo. No, con esos atributos no necesita unos pechos espectaculares para conquistar a cualquier hombre, pero es que además los tiene. No digo que sean enormes, con una talla 90 de sujetador, sobre una figura delgada como la suya, resaltan más si cabe por lo erguidos que se mantienen contra la gravedad. Las delicias de tener una novia de 24 años.
Y sí, dije 4 años maravillosos. Porque el último está yendo de mal en peor. Todo comenzó cuando terminó la universidad y comenzó a trabajar. Aun no tengo claro del todo que tipo de trabajo era realmente… solo sé que cambió radicalmente.
Creo que fue en gran parte por una compañera de la que se hizo muy amiga, pero supongo que el ambiente en aquel trabajo era semejante. En poco más de tres meses que estuvo allí antes de ser despedida, su forma de ser cambió totalmente. Y es que cualquier cosa llevada al extremo es mala. El feminismo incluido.
No me entendáis mal. Ella era feminista mucho antes de eso. Desde que nos conocimos. Igual que lo soy yo. O la inmensa mayoría de las personas con dos dedos de frente. Todos defendemos la igualdad entre hombres y mujeres, o al menos debería ser así. Pero igual que hay hombres machistas… Hay mujeres hembristas. Y mi amada Sofía se estaba convirtiendo en eso. Para que os hagáis una idea, culpa a su sustituto en esa empresa de su despido. Pero no culpa a su jefa, que fue quien decidió despedirla y contratarle a él. Y de igual modo, rechazó un trabajo con mejores condiciones que el que tiene ahora, porque su jefe directo era hombre.
No entiendo como una mujer como ella pudo cambiar tan rápido. Pero así fue. Y, por ende, esa forma de pensar tuvo repercusión en nuestra relación. Desde entonces, todo lo hago mal. Ya sea por hacer o por no hacer. Por lo que nuestra película de amor se está volviendo un drama diario. Esperaba que con mi plan volviera a cambiar el género de nuestra película. Lo qué jamás pensé, es que se convertiría en una porno.
Y en estas estaba yo. Esperando a que saliera de trabajar a las 10 y media de la noche, porque su maravillosa jefa cerraba la tienda más tarde y luego tenían que limpiar y recoger todo antes de irse. Pero esta vez no me molestaba en absoluto.
Esa noche yo era muy feliz de estar allí, viendo pasar los minutos, esperando su salida de aquella boutique con el cierre semi bajado. Sofía me había avisado que teníamos que acompañar a Natalia, pues no podíamos dejar a su compañera ir sola hasta su casa. Y yo encantado. Y es que Natalia es lo que se puede decir una barbie. Una morena espectacular, con un culazo siempre bien marcado por un vestuario al estilo de esas tiktoker mudas. Y unas tetas dos tallas por encima de las de mi novia. Siempre he tenido la duda de si eran operadas. Y esa noche quería confirmarlo.
Cuando las vi salir tuve que concentrarme para que, mi ya excitado miembro, no terminara de despertar del todo. Y es que por mi mente no pararon de pasar imágenes de lo que sería aquel entretenido paseo por el parque, junto a esas dos bellezas que caminaban hacia mí.
Era todo un espectáculo. El frío del invierno había pasado y la primavera parecía ya verano. Por ello había vuelto a ver a mi novia con poca ropa, pues cada vez era más inusual ver a Sofía desnuda. Desde que cambió, el sexo fue lo primero que se vio afectado. Además, para trabajar como dependienta, debía ir maquillada y vestida al estilo de la tienda. Lo que yo llamaría ir de calientapollas, pero como era norma de su jefa, solo era marketing.
Al fin y al cabo, yo me alegraba de disfrutar de las vistas de mi morenaza enfundada en unos vaqueros ajustados y una camiseta de tirantes de las que el escote deja poco a la imaginación. Un tiempo atrás, le hubiera agarrado el culo y atraído hacia mí con fuerza, para besarle los labios pintados de rojo mientras notaba sus tetas aplastadas contra mi pecho. Pero con un simple beso casto en los labios nos dimos por saludados.
No me importó, mi mente iba adelantada unos minutos, disfrutando de lo que se avecinaba. Pronto tuve a Natalia pegándose deliberadamente a mi cuerpo para darme dos besos, mucho más apasionados que el de mi novia. Yo estaba desatado esa noche, por lo que mi mano fue a su cintura, deleitándose del roce de su suave piel. Ya que si la camiseta de Sofía era escasa. La de su compañera tenía el mismo escote, con mayor relleno debajo de él. Además, dejaba su ombligo al aire, mostrando un vientre plano que invitaba a recorrer con la lengua, sin importar la dirección que tomar. Por un lado, quería descubrir la procedencia de esos, aparentemente, duros pechos. Por otro, no me hubiera importado bajar por sus leggins negros brillantes estilo cuero, que guardaba un más que seguro apetitoso tesoro.
- Pero qué novio más atento y guapo que tienes Sofi. Con un ejemplar así me pensaría lo de tener una relación seria. – dijo Natalia, mirando a mi novia mientras agarraba a mi cintura imitando mi gesto.
- ¿Tú crees? – contestó mi novia, con cara de desprecio.
- Claro que sí. Viene a buscarte al trabajo con una sonrisa después del retraso. Y a pesar de saber que tiene que acompañar a la pesada de tu compañera a su casa.
- Me parece que es lo normal en tu pareja. – contestó Sofi, comenzando a caminar.
- Pues a mí solo me vienen a buscar si me van a llevar a la cama.
- Más tonta eres tú. Yo no vendo mi cuerpo a un hombre. Si me quiere, debe hacerlo sin esperar nada a cambio. Solo porque le apetezca.
- Bueno sí… pero tampoco hay que ser tan estrecha. Seguro que esta noche le recompensarás su caballerosidad como se merece. – contestó Natalia, guiñándome un ojo.
- Ya se lo recompenso a diario, pero no con sexo. Eso me parece muy machista y más viniendo de una mujer.
- ¡Venga Sofi! ¡Que es sábado! Hoy toca sí o sí. – dijo ella.
- Ni de coña. Estoy muerta. Ceno, me ducho y a dormir. – sentenció mi novia.
No me sorprendía para nada la contestación de Sofía. Era lo normal últimamente en ella. Antes solía ser tan divertida y bromista como su compañera. Y por supuesto, mucho más fogosa. Pero aquello no hizo más que reafirmarme en mi decisión para llevar a cabo lo que tenía planeado. Justo en ese momento, acabábamos de cruzar las enormes puertas de hierro de un gran parque de la ciudad. Un sitio al estilo Central Park de Nueva York, a escala mucho menor, claro está. Pero podéis haceros una idea sin tener que ponerle nombre a mi ubicación. No era la primera vez que acompañábamos a Natalia a su casa. Sabía que atravesaríamos el frondoso y amplio parque, pues de no hacerlo el camino se triplicaba.
Ya llevamos lo suficiente para estar a medio camino de la salida del parque. La conversación era amena. Más dirigida por Natalia, mucho más alegre y jovial, a pesar de tener la misma edad, parecía una adolescente que disfruta de la vida. Yo por el contrario estaba nervioso. Esa zona era sombría, apartada de las luces de las farolas del camino principal del propio parque. Los frondosos árboles apenas dejaban que la luna clarease algo en aquella cerrada noche. Y entonces los vi.
Dos hombres sentados sobre el respaldo de un banco del parque. Un banco que no debía estar allí, pues esa zona no es muy transitada. De hecho, era el único. Parecía que había sido víctima del vandalismo propio de una gran ciudad. Y llevado hasta allí para tener comodidad en actos que requieren una mayor discreción.
Nuestro camino pasaba justo a su lado. Yo no podía denotar síntoma alguno de miedo. Por lo que no cambiaría mi trayectoria. Las chicas por su parte no dijeron nada, exactamente eso, guardaron silencio al ver a dos hombres en la oscuridad de aquel desolado y gigantesco trozo de bosque en medio de la ciudad.
Era algo obvio. No había nadie más seguramente en un kilómetro a la redonda de allí. Solo ellos y nosotros. Podría no suceder nada. Seguir nuestro camino sin que nos dijeran nada. Pero no fue así.
- ¡ Hey! ¿Tenéis fuego?
Quizás la peor pregunta que te puede hacer unos desconocidos en medio de la noche. Era algo no pernicioso. Algo insignificante, si te lo preguntan a las 5 de la tarde en la parada del bus. Pero allí, en ese momento... No sabías a qué atenerte. Ellas se quedaron calladas. Ni Sofía ni yo fumamos. Pero Natalia sí. Justo lo estaba haciendo en ese instante. No había escapatoria. Era una pregunta retórica en todo su esplendor.
Al ser obvia la respuesta, esperamos a que se acercaran. Pero no lo hicieron. No dijimos ni una palabra. Pero todos sabíamos que esperaban a que fuéramos nosotros los que nos acercásemos a ellos. No había más de 5 pasos desde la tenue vereda que nosotros seguíamos, a donde aquellos hombres habían acampado su banco. No podíamos dejar ir a Natalia sola, por lo que los tres dimos esos 5 pasos hacia ellos.
Ya frente al banco, pude distinguirlos mejor. Un hombre negro, mucho más alto que yo. Con una camiseta negra sin mangas y unos pantalones anchos, estilo rapero. A su lado, estaba él. Un poco más alto que yo también, espalda ancha y brazos a juego. Camiseta blanca sin ningún dibujo y pantalones vaqueros. Y su sonrisa. Una sonrisa que lucía como si ya hubiera conseguido su propósito.
Si algo tenían en común, era su afición por el gimnasio. Ambos denotaban unos brazos musculados, cosa que no pasó por alto para nosotros, al extender la mano hacia Natalia para tomar el mechero que esta ofrecía. Me sorprendí a mí mismo ensimismado siguiendo el escaso reflejo de la luna en su brazo. Tanto que casi no alcanzo a darme cuenta, que tanto Natalia como mi novia, también habían caído en la cuenta de su atractivo.
Quizás por eso ninguno reaccionó cuando en lugar de encenderse un cigarro, sacaron de su bolsillo aquello que necesita ser calentado para echarlo junto al tabaco.
- Menos mal que habéis pasado por aquí. Llevamos casi una hora esperando a alguien. – dijo el negro, comenzando a preparar sus cosas.
- Es que estáis muy apartados de todo. – contestó mi novia.
- Hay cosas que requieren de un poco de intimidad. – dijo él, el otro.
- En eso tenéis razón. – contestó Natalia, robándole notoriedad a mi novia.
- Tenemos un poco de prisa. Si podéis acabar rápido. – dije yo.
- No se le puede meter prisa al artista. – contestó el artesano.
- Tampoco pasa nada. Ya lo está liando. No seas impaciente. - me reprendió mi propia novia.
Pareciese que el miedo inicial de ellas había desaparecido. Puede que fueran atractivos, pero eso no los hacía menos peligrosos. Me podía esperar esto de Natalia, mucho más cabeza loca. Pero de Sofía… Me resultaba extraño que dejase ver tan claramente su interés por estar allí con aquellos hombres, solo con un contacto visual en medio de la noche.
La verdad que era una escena bastante imponente. Dos hombres, cerca de los 30. De un 1,90 de él a más de 2 metros que mediría el de color. Y dos chicas espectaculares, solas conmigo que, si bien siempre he estado en forma, nunca he tenido unos brazos tan marcados como los de ellos. Intenté mantener en mi cabeza mi idea de superioridad. Mi plan era ser un héroe esa noche. Aunque empezaba a costarme sentirme así.
El chico terminó de liarlo y se lo pasó a su amigo. Este lo encendió y con una calada profunda, expulsó el humo hacia nosotros. Pero mantuvo el mechero en su mano. Supongo que ellas quedaron extrañadas al no devolvernos el mechero. Pero ninguna dijo nada.
- Bueno, pues nosotros nos vamos. – dije, extendiendo la mano. Cargando de tensión el ambiente.
Ellos se mantuvieron callados, serio el negro. Y con su sonrisa de superioridad el otro.
- En realidad, si no tienes fuego. Podéis quedaros con mi mechero. Aquí no va a pasar nadie. Y lo necesitaréis más que yo. – dijo Natalia.
- Que amable eres guapa. ¿Cómo te llamas? – dijo el negro.
- Natalia… - dijo ella, ruborizada como una colegiala.
- Natalia, que nombre más bonito. ¿Y tú, morena? – intervino él.
- Sofía… - contestó mi novia halagada por su interés.
- Sofía... Otro nombre precioso. ¿Con H intercalada?
- Bueno… no. Mi nombre real es Sofía. Aunque a mí me gusta mucho Sophie.
- Me encanta ese nombre. Y va mucho contigo. Deberías usarlo. – contestó él, tirándole la caña.
- Bueno… lo uso en algunos correos y cosas así.
- Ya entiendo. En asuntos turbios para mantener tu privacidad. – contestó él, dándole otra calada.
- Algo así. – respondió mi novia riendo como una adolescente.
Cada vez me era más difícil no sentirme el macho beta allí. Aquel tipo estaba ligando con mi novia en mi cara. Y ella le seguía el juego como una niñata que mojaba las bragas por el malote de la clase. Tenía que poner fin a aquello. O mi imagen caería por los suelos con mi novia y su amiga.
- Bueno pues si le regalas el mechero, vámonos. Que ya es tarde. – dije yo.
- No, si fuego tenemos. Lo que nos falta es tan buena compañía como tienes tú.- me contestaron, sacando cada uno un mechero de sus bolsillos.
- Sois un poco cabrones ¿no? No sabéis nada... – dijo Natalia, riéndoles la gracia.
- No podíamos dejar pasar la oportunidad. Cuando volverán a pasar por aquí dos bellezas como vosotras.
- Nunca. Como nosotras, ninguna. – dijo Natalia.
- Muy bien dicho. Me gustan las mujeres que saben que están buenas. Pero claro, con esas tetas… como para no saberlo. – dijo el negro.
- Oye, que no somos solo unas tetas eh. – contestó mi novia.
- ¿No? – dijo él.
- No. También tenemos unos culazos. – contestó Natalia, dejándome alucinado.
- No lo sé… Yo solo os veo las tetas. A ver, girar para que os veamos el culo. – respondió él.
- Esto es mucho culo para ti. – dijo Sofía, dando una palmada en su trasero, pero sin darse la vuelta.
- No pensé que fueras de esas. – le contestó él.
- ¿De esas? ¿A qué te refieres?
- Cobardes. – dijo él, con gesto de indiferencia.
- ¿Cobarde por no querer mostrarle el culo a un desconocido flipado?
- Cobarde, porque sabes que, si lo haces, te gustará. Y acabaras deseando que te dé otra orden.
- Te lo tienes muy creído. – dijo ella con chulería.
No podía creer lo que estaba viviendo con mi novia. Nunca pensé escucharla decir eso a unos desconocidos. Y mucho menos ahora, cuando para ella la sexualización de la mujer era un crimen capital. Lo que era imposible es que ella le obedeciera y se diera la vuelta para enseñarles el culo. Fue en ese momento cuando aprendí, que todo es posible.
Sofía sonrió a Natalia y ambas se dieron la vuelta. No solo eso, sino que se agacharon un poco, sacando sus culitos hacia aquellos hombres, incluso moviéndolos provocándoles. Me sentía un monigote allí. Era la humillación más grande que había pasado en mi vida. Y venía de la mano de la persona que más amaba.
- Menudos culitos que han venido a hacernos compañía. -dijo el negro, antes de que las chicas volvieran a su posición normal.
- Así me gustan a mí las mujeres, obedientes. - añadió él.
- ¿Sí? Que listo ¿no? – dijo mi novia, como con gran interés.
- Claro que sí. Soy un hombre dominante. Me gustan las mujeres sumisas.
- Pues lo llevas claro conmigo. – dijo ella riendo con chulería.
- Para nada. Eres sumisa. Se te nota muchísimo.
- No puedes estar más equivocado. Pregúntale a mi novio si no te lo crees. – dijo señalándome con la cabeza.
Había declarado que yo era su novio. Era una buena noticia, Sofi estaba dejando claro que estaba fuera de su alcance. Aquello me alivió, pues empezaba a sentir que ni siquiera ella se acordaba de que estaba yo allí.
- A él no tenemos que preguntarle nada. Él no nos interesa. Nos interesas tú y tu amiga. Él hará lo que le digamos. – dijo el negro.
- Y ellas también. - añadió su amigo.
- Muy seguro estás tú ¿no? – contestó Sofía, sin parecer ofendida. Era más una provocación.
- Bueno. Os he dado una orden, y ambas habéis obedecido al instante. Está claro que sois sumisas.
- Marcos puede dar fe de que no soy nada sumisa. – reprochó mi novia.
- Con él no. Lógicamente. Pero con un hombre de verdad, sí.
- Un hombre de verdad como tú ¿no? – contestó Natalia.
- Tu también te has dado cuenta, ¿a que sí? Ambas sois sumisas. Y al estar con hombres dominantes os excitáis.
- Tu lo que eres es un flipado. – dijo Natalia.
- Lo que tú digas. Pero estás mojada solo de pensar en mi rabo. – dijo el negro.
- Ahora me vas a decir que el mito de los negros es cierto. Y tengo que estar deseosa de ti. Otro flipado…
El ambiente se estaba caldeando. Ambas estaban siguiéndoles el juego a aquellos desgraciados. Me estaban dejando fuera de escena, literalmente. Ellas habían dado un paso más hacia ellos, dejándome atrás. Así no era como esperaba que saliera la noche. Pero aún faltaba mi momento. Debía ser paciente.
- No tengo que decir nada. Sé que estas loca por comerte mi pirulo negro. Y que, si no lo haces, te frotaras esta noche en tu cama, lamentándote por no haber tomado tu batido de chocolate.
- Y quien te dice que esta noche no vamos hacer un trío y tendré una buena polla y un coñito jugoso que llevarme a la boca. – contestó Natalia, agarrándonos a mí y a mi novia de la cintura.
- Un coñito jugoso sí. Una buena polla, ni de coña. Si quieres una de verdad, siéntate aquí. – contestó él, señalando su paquete.
Natalia quedó callada. Sofía también. Yo quería intervenir. Pero estaba demasiado extasiado. Por una parte, por la fantasía que había dicho Natalia, que me había puesto caliente aun sabiendo que era una broma. Y por otro, por el constante menosprecio a mi hombría. Por suerte, eso acabaría pronto. Y quizás, la fantasía de Natalia, se hiciera realidad.
- Hagamos una cosa. Siéntate sobre mi colega. Y si no te mojas al notar su polla en tu culo, os dejaremos ir. Pero si lo haces, os dejaréis de tonterías. Y seréis unas buenas zorras sumisas y obedientes. Como todos tenemos claro que sois.
- Tú estás flipando. Si mi amiga se sienta sobre él, tu amigo se corre en el acto. – dijo Sofía.
- Aceptar. Veremos qué pasa.
Aquella situación era demasiado ilusoria. No entendía cuál era el plan de aquellos tíos. Pero era imposible que eso funcionara. Por segunda vez, descubrí que nada es imposible. Natalia dejó el bolso sobre el regazo del otro chico y se sentó sobre el hombre que le había tentado con una gran verga negra.
Completamente asombrado, no solo vi como el increíble culo apretado en esos leggins se apoyaban sobre aquel desconocido. La impresionante morena comenzó a mover y frotar su culo contra él. Mientras su amigo le ofrecía a mi novia que fumase de lo que ellos estaban compartiendo.
Sofía aceptó, sin apartar la mirada de su compañera, que meneaba su cuerpo sobre aquel hombre, sin inmutarse al ser sobada los muslos con sus grandes manos. Poco a poco iba acercando sus dedos a esa zona entre sus piernas, prueba unica de aquella apuesta tan singular y surrealista. Fue poco a poco, quizás adrede para excitar a la joven morena. O simplemente disfrutando del camino hasta lo que yo presuponía, un bonito y cuidado chochito. Y llegó. Sus dedos presionaron sin vergüenza la tela que cubría el sexo de Natalia, hasta dejar bien marcado su hendidura sobre el pantalón.
- Lo ves. Mojada como una perra en celo. – dijo él.
- Ni de coña. A ti sí que se te ha puesto dura. – dijo ella levantándose rápidamente y señalando hacia su entrepierna.
- Que va nena. Solo está morcillona. Pero pronto la probarás bien dura.
- Bueno… Pues ahora os toca obedecer y dejaros de juegos. – dijo él.
- Qué más quisieras tú. – contestó mi novia.
- Era la apuesta. No podéis faltar a vuestra palabra.
- ¿Y cómo sabes que Natalia está mojada? ¿por qué lo diga él?- replicó mi novia, asombrándome con la conversación que estaba manteniendo con unos desconocidos.
- Confió plenamente en mi amigo. Además, solo tienes que ver sus pezones. Van a reventar el sujetador.
Todos los ojos se clavaron en los senos de la compañera de trabajo de mi novia. No sé en qué momento había dejado de mirar esas tetas en toda la noche, pero efectivamente, no había caído en la cuenta de que sus pezones se marcaban en su fina camiseta, a pesar del sujetador.
- Ahora tenéis que obedecer. No os queda otra. Venga, enséñanos esos melones que queremos ver tus duros pezones. – dijo el negro.
- Estáis flipados, venga darnos el bolso que nos vamos. – dijo mi novia.
- No seas tonta. Sois unas zorras sumisas. Dejaros de fingir y empezareis a disfrutar. – dijo el del medio.
Era el momento. Tenía que intervenir. Aparté con mis brazos a ambas, haciéndome paso entre ellas para quedar al frente. Después agarré con fuerza el bolso de Natalia con mi mano derecha.
- Ha dicho que le des el bolso. – dije con voz grave y seria.
Él sonrió. Se puso en pie manteniendo agarrado el bolso con una mano. Me miró fijamente a los ojos y sin darme cuenta, me soltó una bofetada con la otra mano que me dejó desconcertado. Seguidamente pasó su mano tras mi nuca y apretando con una fuerza increíble me manejó como un muñeco. Colocando mi cabeza al otro lado del respaldo del banco y mi cuello apretado contra la madera. Me faltaba el aire, mis fuerzas se centraban en respirar, por lo que solté el bolso y me centré en intentar soltarme de aquella tortura. Noté cómo cambiaba su mano por su pierna, apoyando su zapato en mi nuca. Cuanta más fuerza hacía yo, más fuerte empujaba él estrangulando mi garganta. No aguanté mucho esa lucha y dejé de intentar librarme, notando que aliviaba la presión, sin llegar a soltar del todo.
Al menos podía respirar, pero me había rendido y accedido a que me retuviera en aquella humillante posición. Con mi espalda arqueada hacia delante, dejaba mi culo en pompa. Cosa que aprovecho él, sin soltarme la nuca, para comenzar a darme golpes en mi trasero. Eran golpes duros y secos. Sentía como latigazos que atravesaban la dura tela de mi vaquero. Supongo que me estaría azotando con su cinturón, pero no podía verlo. Solo podía escuchar las suplicas de mi novia y su amiga para que parasen de azotarme. No era el dolor lo que más me dañaba, era la humillación de estar siendo azotado con el culo en pompa delante de mi novia y su compañera.
- Venga. No voy a parar de azotar a esta nenaza hasta que obedezcas y nos enseñes tus tetas. – dijo él.
- ¡Vale, vale! ¡Os las enseño! Pero para ya por favor. – escuché decir a Natalia.
- Buena chica.
Él retiró su pie de mi nuca y con sus brazos arrastró mi cuerpo hacia atrás, dejando ahora mi pecho contra el borde del respaldo. Sentí como se ponía en pie sobre el banco para luego sentarse sobre mi espalda. Con sus piernas, agarró mis brazos hacia atrás con fuerza. Volvía a estar sometido, sin movimiento y con el culo en pompa hacia ellos.
Escuchaba como el compinche de mi abusón vitoreaba a Natalia, por lo que imaginé que ya estaría mostrando su torso desnudo a aquellos desgraciados. Nada estaba saliendo como yo tenía planeado. Estaba siendo humillado completamente y perdiendo la oportunidad de saciar mi curiosidad sobre los pechos de la compañera de mi novia.
- Menudos melones. – escuché decir.
- Te quedaría muy bien mi nabo entre ellos. – dijo el otro.
Definitivamente tenía las tetas al aire. No sabía si debía actuar ya o esperar. Antes me había precipitado y había acabado así. Por cada segundo que pasaba con el culo en pompa mientras ellos disfrutaban de los pechos de Natalia, mis expectativas para esa noche se difuminaban.
- ¿Puedo taparme ya?
- Buena perrita. Pero no. Quítate la camiseta y el sujetador mejor. – respondió él.
- Estas loco. Ya me las estáis viendo. ¿Para qué quieres que me lo quite?
- Porque más que ver tus tetas, me pone ver como obedeces mis órdenes.
Un silencio tras esa última frase me impedía saber que sucedía a mi espalda. Suponía que Natalia estaba obedeciendo, en ausencia de más golpes en mis doloridas nalgas. De repente, alguno lo puso en mi boca. Sí, esos cerdos me colocaron el cálido sujetador de Natalia en mi cara. Dando una vuelta lo ataron sobre ella, dejándolo ajustado bien a mi rostro, tapando ojos y boca.
- Nosotros las vemos y tú las hueles. Hay que compartir. – dijo el negro.
Escuché las carcajadas de ellos. Y no entiendo cómo con tal humillación, fui capaz de sentir excitación por tener el perfume de los pechos de aquella mujer. Tenía a un hombre sentado encima de mí. Él mismo que me había azotado con saña el culo y que ahora me mantenía preso, mientras él y su amigo disfrutaban con lo que yo tanto había fantaseado. Y mi polla se estaba poniendo dura.
- No seáis crueles. Que seguro que esta mariquita se la machaca todas las noches pensando en las tetas de la compi de su novia. – dijo él.
Mi novia le increpaba que diera a entender que me gustaba Natalia. Casi con más énfasis que cuando me estaba azotando. Por ello, cuando noté que mis brazos eran libres y el peso sobre mi espalda se esfumaba, me sentí desprotegido. Unos dedos tiraron de mi pelo, justo de la zona por encima de mi nuca, haciéndome gritar de dolor. Mi imagen debía ser patética. Todo un hombre fuerte como yo, siendo manejado con solo dos dedos, quejándome como un crío sin poder ver nada por un sujetador.
- ¡Mirar! Si la tiene tiesa – gritó él.
- Con solo oler sus tetas ya se le pone dura… puto pervertido – añadió el negro.
- ¡Marcos! – gritó indignada Sofía.
En ese momento olvidé todas mis expectativas. Solo quería que la tierra se abriese y me tragara. El resto de situaciones humillantes, por mucho que lo fueran, yo era la víctima. Ahora solo era un pervertido que se empalmaba oliendo el sujetador de la amiga de su novia.
- Si te portas bien y eres obediente, tendrás tus recompensas. De lo contrario… - dijo él, tirando de nuevo de mi pelo y haciéndome gritar.
- ¡Sí, sí, sí! – exclamé, buscando librar el dolor.
- Muy bien. Voy a soltarte. Te dejaré que toques las tetas a la morena. Pero solo 3 segundos y con tu mano izquierda. Si usas tu otra mano, estás más tiempo o intentas quitarte el sujetador para ver sus tetas, será tu novia quien nos enseñará las suyas. ¿Entendido picha tiesa? – me dijo él.
- Sí. – contesté escuetamente.
No sabía qué hacer. Por un lado, deseaba tocar los pechos de Natalia y confirmar por fin si eran naturales o no. Pero si lo hacía, no solo me estaba rindiendo a aquellos hombres. Quedaría como un mierdecilla salido que toca las tetas de otra, con la polla dura y su novia mirando.
En ese momento se abrió el cielo y me iluminó. De ser un dibujo animado tendría sobre mi cabeza una bombilla encendida. Era la ocasión. Podía hacer ambas cosas. Tal y como tenía planeado. Disfrutaría de magrear los pechos del bombón de Natalia y luego atacaría, haciéndolos huir. Sofía y Natalia quedarían tan sorprendidas y deslumbradas, que pasarían por alto todo lo demás. El hecho de que hubiera magreado las tetas a otra mujer delante de mi novia. Seguramente hasta el detalle de que Natalia estaba en toples, sería algo secundario. Las dos se abrazarían a mi buscando la protección del hombre que las ha sacado de aquel atolladero. Sería un héroe para las dos. Incluso puede que acabemos en casa de Natalia, haciendo ese trío que fantaseaba antes. Era el momento.
Levanté mi mano izquierda a ciegas. Escuché a uno de ellos decirle a Natalia que se dejase hacer. Pronto noté la piel suave y fría por estar desnuda en medio de aquel parque. Era su hombro izquierdo. No me costó mucho llevar mi mano hasta su pecho deleitándome con mi sentido del tacto. Lo primero que sentí fue su pezón. Estaba duro, muy duro. ¿Excitación o frío? No lo sé, pero me daba igual. Solo me sorprendió lo puntiagudo que se siente en la palma de la mano. No podía entretenerme. Sin meditaciones acaricié suavemente su seno derecho, palpé y amasé aquel balón duro y suave. No me cabía en una mano. Eran mucho más grandes que las de mi novia.
En mi afán por investigar todo lo posible, intenté levantar aquel pecho para averiguar su peso. Estaba muy duro. Duro y rígido. No eran naturales. Por fin lo sabía. Era increíble lo diferente que era tocar algo, sin verlo, ni haberlo visto nunca. Una sensación de excitación y frustración sin igual.
Ya habían pasado los 3 segundos. Pero no podía parar. Total… después me lanzaría a por ellos y todo acabaría. Me dejé llevar. Fui directo a su pezón. Quería descubrir todo lo posible sobre él. Con mi dedo pulgar jugué con él, como si de una palanquita se tratase. Me pareció escuchar un gemido por parte de Natalia, pero yo ya estaba tan excitado que no tengo claro que no fuera una alucinación.
Hubiera seguido toda la noche así, pero no podía. El tiempo había pasado y no me habían dicho nada. Señal inequívoca que era el momento de actuar. Levanté mi mano derecha como si fuera a tocar el otro pecho de Natalia, pero no. Fui hacia el sujetador de mi rostro. Tiré de él sacándolo con rapidez y vi la cara de aquella impresionante mujer sorprendida. Le sonreí y guiñé un ojo.
Ni siquiera miré sus tetas que aún estaba tocando. Por encima de mi hombro busqué a mi víctima. Allí estaba, sonriente como la última vez que vi su cara. Pero ahora la cosa cambiaría. Con un movimiento rápido, giré sobre mí mismo y lancé una patada directa a su pecho. El pobre no pudo ni actuar. Cayó de golpe contra el banco, quedando sentado.
No le dejé actuar. Fui hacia él, colocando mi pie derecho en su pecho para mantenerlo sentado. Ya lo tenía. Había demostrado mi superioridad. Su amigo no se atrevió a ayudarle. Lo había logrado. Agarré su cuello y puse mi cara de hombre letal.
- Ya me he cansado de tantas tonterías. Ahora soy yo quien os da tres segundos para que pidáis perdón a las señoritas y salgáis corriendo sin mirar atrás. ¿entendido? – dije, imitándole.


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Políticamente incorrecto 1 es un relato escrito por Wilmorgan publicado el 02-07-2022 19:30:43 y bajo licencia de Creative Commons.

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