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La tía elizabeth, parte IV: sentimientos de sumisión
Escrito por sumisso

Este relato de tres capítulos ya le había dado por concluido, pero algunos de ustedes me escribieron y querían mas continuaciones. No era mi idea, pero ya que les ha gustado y es uno de mis hobbies escribir, he decidido escribir dos capítulos más. No soy escritor profesional, cometo muchos errores, si fuera escritor me ganaría la vida en ello, sin embargo, solo escribo por placer y a la vez ustedes pasan un buen rato de morbo. Agradeceré sus comentarios o impresiones si les gusta, esa es mi recompensa. Todo relato escriba quien lo escriba, sea mejor o peor lleva su tiempo y esfuerzo.


Habían transcurrido ya 2 meses desde que me fui a vivir temporalmente a casa de la tía Elizabeth. Fue la mejor decisión que había tomado en mi vida. Había pasado de ser un completo delincuente sin ningún tipo de principios a ser un joven adulto responsable. En mi anterior vida , es decir antes de conocer a la tía Elizabeth , no hacía absolutamente nada, malgastaba mi tiempo delinquiendo, robando, metiéndome en peleas, problemas, drogas, alcohol…. Y ahora era todo lo contrario, no tenía tiempo libre para pensar en nada que no fuera mi trabajo, mis estudios y por supuesto llevar a raja tabla todas las tareas y normas asignadas en la famosa lista de mi Tía.

Las mañanas las pasaba en la tienda de la Señora Rosa, la amiga de mi madre que me había dado trabajo en su tienda. El trabajo era muy fácil. Los habitantes del pueblo iban a comprar a su tienda y yo debía llevarla a su casa, reparto a domicilio. El pueblo era pequeño, así que las llevaba cogida en brazos o si era muy pesada en un carro. Ahora todo el pueblo me conocía debido a este trabajo. Las tardes iba a una escuela de adultos a sacarme los estudios básicos, apenas sabía leer o escribir, pronto empecé a progresar gracias a mi esfuerzo. Tras cumplir con mi jornada de trabajo y mis dos horas diarias en clase volvía a casa donde debía de cumplir las normas de mi tía, era consciente de no cumplirlas sería castigado.

Los sentimientos hacía mi tía, habían cambiado. En un principio cuando la conocí la odiaba con todas mis fuerzas, era la famosa vieja gorda autoritaria que tanto detestaba. Seguidamente el odio se convirtió en respeto, debido a sus estrictos castigos, estaba obligado a respetarla y cumplir sus normas o recibiría un fuerte castigo. Más adelante el respeto se convirtió en admiración, empezaba a ver los efectos de mi tía en mi vida y comencé a valorarla debidamente. Finalmente la admiración se convirtió en una especie de amor hacia ella. Amaba su carácter, temperamento, crueldad en determinados momentos, el control que ejercía hacia mí. Empecé a aceptar que yo era una persona masoquista, me gustaba me controlasen, castigaran, humillaran….. y en especial por mi tía.

Los mejores momentos del día era cuando regresaba a casa y observaba a mi tía realizando sus labores domésticas con sus guantes de goma enfundados que ahora tanto me gustaban . Debido a mi buen comportamiento me había liberado de muchas labores, ahora no tenía tiempo para todo. Debía trabajar, ir a clase, estudiar en casa y realizar pequeñas labores como ordenar mi habitación, el baño una vez a la semana y cumplir las órdenes de mi tía de todo aquello que necesitara o surgiese. Echaba de menos ayudarla en las tareas y ella enfundada en los guantes de goma darme órdenes.

Un día sufrí una pequeña crisis interior. Había cambiado mucho, me esforzaba en todo, obedecía y todo marchaba muy bien entre mi tía Elizabeth y yo. El problema era que necesitaba el temperamento y los castigos de mi tía, ella era mi gasolina. Sus castigos y humillaciones me daban fuerza para seguir el camino correcto, necesitaba alimentar mi yo masoquista interior. Al cumplir todo a raja tabla, no era necesario que mi tía me castigase o humillase, solo se aseguraba que cumpliese las normas y las cumplía sin darla ningún motivo de enfado a mi tía. Necesitaba ser castigado. Ideé un pequeño plan, saltarme algunas normas sin importancia y desobedecerla. Eso sí, aunque soy bastante estúpido, no deseaba enfadarla más de lo necesario, no deseaba recibir uno de sus castigos temibles, en especial el de su correa. Mi tía Elizabeth podía ser especialmente cruel con su correa, podía romperte el culo a correazos, el dolor era insoportable durante días, u otro de sus castigos como cuando jugaba con los testículos, los apretaba duramente, retorcía durante mucho tiempo y el resultado era que no podías andar en varios días del dolor. No deseaba enfadarla en demasía solo recibir pequeños castigos para saciar mi sed masoquista que había surgido.

La primera oportunidad la tuve cuando mi tía me recriminó que olía a sudor después de una mañana dura de trabajo. Una de sus normas era ducharse a diario y nunca faltar a la higiene. La respondí de forma burlona, indicándola que como ya no era verano ya no podría castigarme en el patio con sus guantes dentro de mi culo y añadí que no me ducharía. Recordar que era uno de sus castigos si no cumplía la norma de higiene. Mi tía se ofendió y me ordenó duramente que me fuera a duchar. Creía que había fracasado en mi intento de ofenderla para que me castigase, ya que fui a ducharme yo solo siguiendo sus órdenes. Estaba duchándome cuando entró mi tía en el baño, se paró frente a mí en la ducha, sacó los guantes de goma largos del interior del bolsillo de su bolsillo y se los ajustó por encima de su bata de algodón. Adoraba aquel gesto de mi tía, mirándote enfurecida y ajustándose los guantes gruesos en sus manos.

Abrió la puerta de la ducha, estiró su mano y la acercó a mi culo. Introdujo su dedo enguantado dentro de mi ano sin piedad y de un empujón.


- AAAAAAhhhhhhhhhhhh – Grité. Era bastante doloroso. Si alguna vez os han introducido un dedo enguantando sin vaselina dentro del ano, puede ser muy doloroso. Agarró mi pelo con la otra mano y tiró fuertemente del cabello mientras estaba debajo de la ducha con el dedo metido en el culo.

- No vuelvas nunca más a provocarme. ¿has entendido? – Me gritó mientras retorcía su dedo enguantado dentro de mi culo produciéndome gran dolor.

Había merecido la pena desobedecerla, Era lo que buscaba, pero deseaba que fuera así a menudo. Mi tía se había relajado conmigo debido a mi buen comportamiento y casi no me prestaba atención. Mi segundo intento llego el día que había de comer verduras, las detestaba por completo, solo las comía para no ofenderla y obedecerla, pero ahora era distinto, necesitaba ser castigado. Estaba siendo rebelde buscando algo que anhelaba, los castigos de mi tía. Ese día me negué a comer las verduras y las aparté de la mesa indicándola que hoy no las comería porque no me apetecía.


Mi tía Elizabeth, no era para nada estúpida, todo lo contrario, una mujer muy inteligente. Descubrió que algo sucedía, estaba provocándola a propósito por algún motivo. Decidió darme una lección para ver si así dejaba de provocarla. Agarró el plato de verduras, se situó detrás de mí, tras la silla donde estaba sentado para que no pudiese observar lo que hacía. Comencé a escuchar agua, me giré y contemple a mi tía orinando sobre el plato de verduras. Quedé asombrado, aquello era nuevo y verdaderamente cruel. Comencé a sentirme yo otra vez, ver a mi tía enfurecida con ganas de castigarme.

Colocó el plato lleno de su orina en la mesa, comenzó a ajustarse los guantes de goma de fregar en sus manos y se marchó unos segundos para volver con las esposas metálicas en su mano.

- No sé qué te ocurre, pero lo voy a detener inmediatamente, no vas a volver a desobedecerme ni a retarme- Me dijo furiosa mientras me esposaba las manos a la espalda a la silla. Apretó con dureza las esposas y comenzó a agarrar puñados de verduras orinadas del plato. Introdujo su mano enguantada en mi boca llena de verduras y presionó con sus dedos para que entraran en mi boca. Estaba completamente furiosa, no la había visto nunca así, a ella la afectó mucho mi comportamiento inesperado de desobediencia. Comenzó a introducir más y más verduras en mi boca furiosa.

- Traga estúpido , tragaaaa- Comenzó a gritar mientras metía más verduras y me tapaba la nariz con su otra mano enguantada. Fue un auténtico castigo, me obligo a comer todas las verduras repletas de su orina sin apenas dejarme respirar. Estaba muy furiosa por mi comportamiento, ella no lo entendía. Todo iba perfecto y de pronto comencé a desobedecerla sin motivo. Terminé de comer todo el plato de forma cruel, se quitó los guantes, los metió en mi boca hasta el fondo para amordazarme:

- No quiero escucharte ni una palabra, ¡¡no sé qué te ocurre¡¡ así permanecerás hasta que me plazca – Se retiró enfadada de la cocina. Me dejó esposado en la silla de la cocina con los guantes de goma en la boca hasta la campanilla. Había sufrido un castigo terrible, mi tía estaba muy furiosa, no podía respirar y seguía introduciendo más y más verduras orinadas en mi boca. Aunque realmente aquello era lo que buscaba, la culpa había sido mía.


Una hora después apareció de nuevo mi tía Elizabeth más calmada en la cocina. Me sacó los guantes de goma de la boca, tenía la boca completamente seca y con un sabor a goma fuerte.

- Ahora me vas a contar que te ocurre. Cuéntame la verdad o te prometo que en este mismo momento te marchas de mi casa para siempre – Me dijo de forma muy seria y sabía que siempre cumplía sus amenazas. Era una mujer de palabra.

La conté todo lo sucedido, mis sentimientos hacía ella, como tenía sentimientos masoquistas de dolor y humillación, cuanto echaba de menos sus castigos. Descargué todos mis sentimientos sin reprimirme. Sentí una gran vergüenza. Mi tía Elizabeth suspiró y me contó su verdad:

- Mi madre, ósea tu abuela, nos castigaba a tu madre y a mí. Siempre llevaba unos guantes de goma enfundados a la hora de castigarnos. Nos llevó por el camino correcto, nos hizo responsables. La diferencia fue que tu madre odiaba a tu abuela y sus guantes y yo adquirí su costumbre. A escondidas la quitaba sus guantes y me los enfundaba y castigaba a tu madre, ya que era más rebelde. Descubrí mis sentimientos de mujer sádica con impulsos de castigar y humillar. El tiempo me hizo conocer a tu tío ya difunto, un auténtico esposo y sumiso masoquista, viví los mejores años de mi vida junto a él, le castigaba, humillaba y disfrutaba a su lado. Ahora ya no está y aprovecho cualquier oportunidad para castigar y humillar a quien se ponga por delante. De ti he hecho un hombre, no lo estropees, ha salido algo bueno. –Terminó llorando.

- Tía Elizabeth, me gustaría ser tu sumiso – La respondí sin ningún tipo de dudas. Ella me miró, suspiro y volvió a hablarme:


- ¿El mes que viene tienes exámenes de tus estudios básicos verdad?, apruébalos y hablaremos. He de advertirte que tengo carácter sádico. Si te conviertes en mi esclavo, te castigaré sin motivos, ¿deseas castigos y humillaciones?, los tendrás. Te convertiré en mi putita, vestirás con ropa interior femenina y un consolador enorme en tu culo siempre que me plazca . Harás todo lo que te ordene y me complacerás, ¿Te acuerdas de aquellas botas negras de tacón alto de la habitación prohibida que tanto te gustaron?, me encanta meter el tacón en el culo. ¿Quieres todo esto, pues aprueba? – Me dijo sonriendo.

- Voy a aprobar, no dormiré si es necesario, pero voy a aprobar – La contesté completamente seguro, no descansaría en mi empeño.


- Tía Elizabeth, una confesión más: Me has contagiado lo de los guantes, los adoro. Me encanta ser castigado y humillado cuando los llevas puestos – La confesé sonrojado y avergonzado por la confesión.

- ¡¡Veo que has seguido la tradición familiar¡¡. No te preocupes dejaran de gustarte cuando los utilice como papel higiénico durante varios días, quedaran muy sucios y malolientes de tanta suciedad y …. luego los llevaras en la boca metidos con cinta americana sin poder escupirlos.¡¡ No opinaras igual ¡¡ y yo disfrutaré cada momento observando tu reacción . ¿aprobaras? Eso es lo que te esperará JAJAJAJA- Me preguntó tras infundirme miedo.


Fui de inmediato a mi habitación a estudiar, había mucho por hacer, deseaba ser su esclavo.M e dejaría la piel estudiando día tras día para conseguir ser su esclavo.

Continuara…..


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Licencia de Creative Commons

La tía elizabeth, parte IV: sentimientos de sumisión es un relato escrito por sumisso publicado el 19-08-2022 00:00:00 y bajo licencia de Creative Commons.

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