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la decisión de Laura
Escrito por joaquín

Estaba ida, apenas era capaz de entender lo que ocurría a su alrededor.
— Hay que irse ya. Vamos.
Laura no opuso ninguna resistencia cuando notó una mano en su cintura. Comenzó a andar como un autómata guiada por ella
— ¿Tienes a alguien para que te lleve?
Ella no contestó.
— Supongo que eso será un no.
Salieron del tanatorio en dirección a su coche. Un asistente de otro funeral no pudo evitar echar un vistazo a la pareja. Parecían padre e hija, pero no se comportaban como tal. La chica se había pegado al cuerpo de hombre como si de su amante se tratará.
Por supuesto José lo notó. No podía evitar sentir el tierno y cálido cuerpo pegado al suyo. Ahora se arrepentía de haberla cogido de la cintura, pero era demasiado tarde.
Estaba teniendo una erección en el peor momento del mundo.
La llevó hasta su coche y la invitó a entrar.
Laura se descalzó una vez dentro.
No pudo evitar mirarle los pies enfundados en medias, las piernas, incluso el escote.
— Tienes que decirme donde vives, porque yo nunca he estado allí.
Laura soltó la dirección con voz monótona.
Su casa no estaba demasiado lejos. José nunca había ido a la casa de su jefe, por eso se sorprendió al ver una casa tan grande.
Por indicación de Laura, entró en el garaje.
— Supongo que esto será un adiós.
— ¿Puedes quedarte?
Era la primera vez que hablaba desde el tanatorio.
— No, no puedo, ya lo sabes.
— ¿Qué debo hacer para que te quedés?
— No es una cuestión de que debes hacer o dejar de hacer, simplemente no creo que yo sea el más indicado para quedarme.
— Eres el único.
— Laura, no debo quedarme aquí. Yo…
— Puedes follarme.
José creyó que había escuchado mal.
— Sí eso es lo que quieres, puedes follarme — repitió ella.
— Laura… estoy casado, tengo dos hijos mayores que tú. Ni siquiera sé cómo se puede pasar por la cabeza la idea de acostarte con un viejo como yo.
— Porque no tengo a nadie más.
— Sal.
Laura obediente bajó del coche y ando unos metros para situarse delante de los focos de este. Se llevó las manos a la cremallera del vestido y la bajó, quedándose en ropa interior. A continuación se quitó el sujetador y por fin las bragas. Solo tenía puestos los tacones y las medias. Colocó ambas manos detrás de la espalda y se abrió un poco de piernas.
José contempló durante unos minutos su hermoso cuerpo desnudo y al parecer, disponible.
Podía dar marcha atrás.
Podía mandarlo todo a la mierda.
Salió por fin del coche.
— Di que eres mía al móvil.
— Soy tuya — dijo esta mientras la grababan.
La agarró por los hombros y la empujó contra el capó del coche.
Y tras situarla como él quería, la penetró con fuerza.
Tras las primeras embestidas se dio cuenta de que estaba explorando terreno virgen.
Eso le enfureció, pero también le excitó mucho. Le clavó la polla hasta el fondo de nuevo.
Laura solo emitió un leve gemido, mezcla de placer y de dolor.
Le agarró del pelo para acompañar las penetraciones con fuertes del cabello.
No tenía ni la menor idea de donde tenía el límite la mocosa, pero desde luego, pensaba aprovecharse.
Laura no gritaba, solo gemía.
El intenso placer y el fuerte dolor que estaba sintiendo ahora mismo era lo que necesitaba para no pensar en nada.
Recibió las primeras nalgadas de su vida.
Tres, cuatro, en ambos carrillos mientras se la estaban follando lo más duro que podían. Su piel enrojeció aquí y allá.
José terminó de correrse dentro de ella. Que se tomará la pastilla del día después o lo que le diera la gana, no era asunto suyo.
— Bien, me voy.
Laura vio como el hombre tenía la intención de marcharse sin poder creerlo.
— Espera
— Aparta.
— Por favor, quédate esta noche.
Los focos del coche mostraban ahora una imagen distinta.
Sus muslos estaban empapados de jugos vaginales, su coño rezumaba semen e incluso estaba seguro de poder ver un hilillo de sangre en ellos.
Y todo eso lo había hecho él.
— Te dejaré hacerme cualquier cosa.
— ¿En serio? — preguntó este acercándose a ella.
— Soy tuya.
Le ordenó que se arrodillará y que le limpiará la polla con la boca. Que menos que limpiarle polla de las asquerosidades de su coño.
Ahí, de noche, en el jardín de su casa, Laura se arrodilló delante de los focos de un coche, abrió la boca y se metió una polla llena de sangre, semen y jugos vaginales a la boca.
Y la chupó.
José comenzó a mearse dentro de su boca.
Nunca antes lo había hecho y no sabía porque lo estaba haciendo ahora. Simplemente le entraron ganas de hacerlo.
Laura tragó todo lo deprisa que pudo solo para ver como él sacó su polla para seguir meando encima de su cara y de su cuerpo.
Le palpitaba la polla mientras lo hacía.
— Desnúdate.
A Laura solo le quedaba por quitarse las medias y los zapatos.
Mientras lo hacía, José apagó las luces del coche para encender la luz blanca y mortecina del garaje.
Luego echó un vistazo a Laura.
Estaba ahí sentada, desnuda, empapada de meado, esperando ser utilizada de nuevo por su amo, porque en eso se había convertido, en su amo.
Echó un vistazo a su alrededor.
Había, no sabía bien porque, un pequeño aseo en el garage. Entró dentro sin saber muy bien qué esperar y se fijó en la escobilla al lado del retrete.
Por supuesto, no sabía qué cosas le iba a meter a su esclava por ahí, pero eso desde luego se lo iba a meter ahora mismo.
Estaba sucia y algo usada, pero daba lo mismo.
Cuando Laura la vio supo que iba a pasar.
Se agarró fuertemente los tobillos con las manos y se abrió de piernas todo lo que pudo para que el instrumento escogido por su amo pudiera entrar dentro de ella fácilmente.
No fue necesario más que un leve empujón hacia su interior para que del instrumento solo su mango fuera visible.
Luego se fijó en la cubeta. Tenía agua y mierda retenida.
Se la acercó a la boca de su esclava y derramó su contenido dentro de esta.
Se quitó los pantalones y se colocó de cuclillas encima de la cara de su esclava.
Había decidido que se iba a tragar su mierda, literalmente.
El primer estallido le llenó de mierda la cara y el pelo.
El segundo la boca.
Laura tragaba.
Era su deber.
Autoimpuesto, sí, pero su deber.
— Vamos, salgamos de aquí.
Subieron ambos para arriba.
Laura iba echa un asco pues su amo no le había permitido algo tan básico como limpiarse por el momento. Para más coña, incluso caminaba con la escobilla clavada en su coño.
Su amo quería que se mirase en el espejo de la habitación de sus padres.
— ¿Esto es lo que querías?
Laura no dijo palabra alguna.
José estaba duro de nuevo.
Colocó a su esclava contra la cómoda y la abrió el culo.
Sí, la rompió el culo mientras ella se contemplaba en el espejo.
No sabía si en un rato o mañana iba a recuperar la razón, pero desde luego pensaba disfrutarlo.
Laura gimió de dolor durante todo el proceso mientras que el mango de la escobilla daba golpecitos contra la cómoda acompañando las fuertes embestidas de José.
— Vete a bañarte. Ah, y rasúrate el coño.
Mientras su esclava desaparecía de la habitación, José aprovechó para llamar a su mujer.
— Sí, alguien se tiene que quedar con ella. Ya sabes que no tiene familia. Sí, estoy de acuerdo, solo es temporal. Ya, lo sé, es solo que tengo que ser yo por que no hay nadie.
Mientras hablaba con su mujer, Laura volvió.
Venía limpia, venía desnuda, venía con el coño rasurado, venía para ser utilizada de nuevo.
— Oye, tengo que colgar.
Laura dio unos pocos pasos en dirección a su amo.
Quería entregarse a él. Quería hacer cualquier cosa por él…
— ¿Pero qué voy a hacer ahora contigo?
Se puso a pensar en cosas mientras la polla le palpitaba en el pantalón.


Licencia de Creative Commons

la decisión de Laura es un relato escrito por joaquín publicado el 12-11-2022 17:53:24 y bajo licencia de Creative Commons.

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