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El sobrino II
Escrito por Lena

Se sentía incómoda, allí, en aquel bar, vestida de aquella manera y con el collar de perra, aunque poco concurrido notaba las miradas de los hombres. Mike la presentó a Don Ricardo: se trataba de un hombre de apariencia elegante, con sus cabellos canosos y su barba recortada, debía rondar los sesenta, pero se conservaba muy bien, sus ojos azules eran de un mirar frío. Ni siquiera se había levantado cuando se lo presentaron.

- Así que Rosa. Se dice que es tu tía, ¿Es cierto?

- Sí, así és.

Estaba tomando lo que parecía un whisky con hielo. Ellos pidieron una cerveza y un café con leche.

- Bueno, supongo que me has citado para liquidar tu deuda antes de irte. No esperaba este detalle de ti.

- Si bueno, vera Don Ricardo, en realidad quería proponerle un trato.

- Ya pensaba yo. Espero que sea un buen trato y no trates de embaucarme.

- Nunca haría esto, pero ya sabe que no dispongo de dinero.

- Bueno. Ve al grano ya sabes que no me gusta perder el tiempo. ¿Qué coño de trato quieres ofrecerme?

- Verá, en realidad volveré dentro de dos meses, me han ofrecido un buen trabajo al que me incorporaré a principios de noviembre.

Rosa se sorprendió por aquello, se sorprendió y se alegró. Volvería en dos meses. Era como un regalo en sus oídos.

- Bien, o sea que piensas empezar a pagarme dentro de dos o tres meses ¿Y para decirme esto me has hecho venir aquí?

- No. No es esto, Don Ricardo. En realidad quería ofrecérsela como pago de mi deuda, durante estos dos meses.

- ¿Ofrecérmela? ¿A quién? ¿A tu puta? Sabes que me gustan más jóvenes,

Notó como la desnudaba con su mirada Hubo un largo silencio. Parecía estar sopesando la oferta, mientras Rosa, cabizbaja, clavaba sus ojos en su café con leche.

- ¿Con qué condiciones? Por qué alguna habrá, supongo.

- Bueno si…Que no vaya nunca a su casa, que respete sus límites y que haya una palabra de seguridad, ya sabe a lo que me refiero.

- Sí, sé a lo que te refieres, aunque espero que solo la use en casos extremos.

- Nunca la ha usado.

- Esto está bien. ¿Y cuáles son estos límites?

- Scat y zoo…nada más.

- ¿Incluye lluvia?

- No. No, en absoluto.

- Supongo que la tienes bien adiestrada.

- Sí, claro y está totalmente viciada.

- Yo…yo…

- ¿Qué pasa? ¿Algún problema?

- No… No sé…yo…yo no sabía esto…

- Pues ya lo sabes, perra. Repito ¿Algún problema?

- No…No, señor.

- Vaya puta; pareces avergonzada. Esto me gusta. Mírame a la cara, joder.

- Si…Perdone Don Ricardo.

- ¿Sabes lo que vas a hacer ahora? Vas a levantarte, ir hasta el lavabo y volver. Quiero ver cómo te mueves.

Ella obedeció, haciendo lo posible para que no se notaran sus nervios. Llevaba tacones altos y procuró andar de forma que a aquel hombre le gustase y evitar cualquier queja de Mike. Volvería en dos meses y no quería perderlo.

- ¿Cuantos años tienes zorra?

- Cincuenta y uno Don Ricardo.

- Parece conservarse bastante bien. Bueno Mike, no digo que no a tu oferta. Pero comprenderás que antes de aceptar definitivamente, quiero ver bien el material y probarlo.

- Sí, claro. Cuando quiera Don Ricardo.

- ¿Habéis venido con coche?

- Sí, Don Ricardo.

A Rosa no dejaba de inquietarle la situación, al tiempo de sorprenderle el respeto que Mike parecía profesar por aquel hombre.

- Pues vamos a mi casa. Así, si se da el caso, podremos cerrar el trato hoy mismo, además estará Clara, ya sabes que a ella también le gustan las perras y quiero su visto bueno. Supongo que no hay ningún problema en que ella también la disfrute.

- No. No, Don Ricardo. Claro que no.

- Pues vámonos.

Se trataba de un caserón antiguo, pero muy bien conservado, a las afueras de la ciudad, denotaba que su propietario era alguien de una muy buena posición económica. Ella los seguía, unos pasos atrás, aunque nerviosa, estaba dispuesta a cualquier cosa con tal de satisfacer y por tanto retener a Mike. Durante el trayecto este había conducido su coche, ella sentada detrás, adivinó que no era la primera vez que su sobrino iba a aquella casa. El tiempo que duró aquel viaje, que a ella se le hacía eterno y a la vez demasiado corto, se impuso el silencio, solo roto por Don Ricardo en un par de ocasiones.

- Ya tiene que valer la pena, porque hasta ahora las perras, además de ser más jóvenes, nos han salido gratis, alguna hasta hubiese pagado.

- Verá como si Don Ricardo, Si no fuese así no se lo habría propuesto. Lo último que querría es hacerle perder el tiempo.

- ¿Qué disponibilidad tiene?

- Toda, Don Ricardo, vive de sus rentas.

- Esto está bien.

Se notaba en la casa la mano de un interiorista; muebles de diseño, pinturas de autores actuales. Los llevó hasta el sótano, “La cuadra”, como lo llamaba él.

Aquel espacio era toda una declaración de lo que le esperaba. En la pared del fondo un gran espejo que adivinaba le mostraría su propia imagen mientras sería usada. Una colchoneta en un rincón, en el otro un extraño potro recubierto de cuero, Varias palas, fustas de distintos largos, muñequeras, correas y, lo que más la asustó, un látigo. Nunca había estado en un sitio así Aquello era más de lo que se esperaba y temía que la superarse.

- Colócate aquí, delante del espejo y desnúdate.

Obedeció intentando esconder sus temores y su vergüenza. El hombre se acercó a ella, observaba su cuerpo, dando la vuelta alrededor suyo.

- Vaya. No está nada mal y me gusta cómo lleva el coño, arreglado, pero sin rasurar. ¿De verdad tienes cincuenta y un año?

- Si…cincuenta y uno.

- Se cuida y tiene tiempo y dinero para masajes.

- Lo primero que debes saber es que mientras estés aquí yo soy tu AMO y así es como debes tratarme.

- Sí…está bien…

Recibió la primera bofetada de las muchas que recibiría aquellos meses. Como cuando la abofeteaba Mike, algo se rompió dentro de ella, sabía que ya era suya.

- ¿Sí? ¿Si que, puta?

- Sí. AMO. Perdone AMO.

. Esto está mejor, Esperarme aquí, quiero que Clara la vea. Ella también tiene que estar de acuerdo.

A los pocos minutos apareció con su mujer. Era ostensiblemente más joven que él, no tendría más de cuarenta años, morena, de largos cabellos negros, guapa de cara y con un hermoso cuerpo en el que resaltaban sus caderas y sus senos, algo más grandes que los suyo,

- Hola Mike. Hacía tiempo que no te veíamos por aquí,

- Hola Clara.

- Así que esta es tu perra.

Se acercó a ella. Repasaba su cuerpo, con sus ojos negros. Empezó a acariciar sus senos. Rosa pronto reaccionó a aquellos tocamientos, su boca entreabriéndose y sus pezones endurecidos la delataban.

- Rosa, te llamas Rosa. ¿Verdad?

- Sí, Señora,

- ¿Has estado alguna vez con una mujer?

- No…Nunca, señora.

- Pues debes saber que si te aceptamos tendrás que comerme entera. No temas, pronto aprenderás a darme placer. A todas os termina gustando. Espero que esto no te represente ningún problema.

- No, señora, lo haré bien, señora.

- Te la devolveremos hecha una come coños.

- Mejor. Seguro que a alguna de mis amigas le encantará.

- Espero que Ricardo te apruebe, me encantan las primerizas y solo con tocarte ya te has puesto cachonda.
Bueno os dejo. Ya me dirás algo cuando termines, cariño.

Usó las muñequeras para suspenderla de aquel artilugio. Se trataba de una barra horizontal entre dos verticales, una de las cuales disponía de una maneta elevadora, que permitía poner las cadenas que la sujetaran a la altura adecuada para ella,

Sintió sus manos recorriendo su espalda, acariciándola, bajando hasta sus nalgas. Las primeras palmadas, los primeros azotes de la fusta, cada vez más fuertes, con intervalos en los que la masajeaba, Pronto se dio cuenta de que aquel hombre sabía cómo tocar un cuerpo femenino, Sus nalgas empezaban a arder. El espejo le devolvía la imagen de su cuerpo, de su rostro, de sus labios temblorosos, de sus ojos humedecidos.

- ¿Es la primera vez que la entregas?

- Sí, Don Ricardo.

- ¿Y nunca la has compartido con otros?

- No, nunca.

- Mejor, así podría proporcionarle nuevas experiencias. Supongo que no hay problema porque yo lo haga. ¿Verdad?

- Claro que no Don Ricardo, podrá disponer como quiera de ella, durante dos meses, Don Ricardo.

Cuando sacaba, tirando del cordel, cada bola de las que había introducido en su ano, su cuerpo se estremecía de placer, de un placer desconocido hasta entonces. La expresión de su rostro reflejaba su excitación.

- Esto les gusta a todas.

Fue su comentario cuando movía las pinzas de madera que había colocado alrededor de sus senos. Mike había usado pinzas con ella, pero nunca de aquella manera, no alrededor de sus pechos, se había limitado a usarlas en sus pezones El reflejo de su imagen la excitaba. Sabía que solo era un trozo de carne a merced de él. El verdadero dolor le llegó cuando, una a una, se las fue quitando, un dolor intenso que hizo que le afloraran unas lágrimas, pero pronto pasó, cuando sabiamente masajeó sus senos. .

A aquellas alturas estaba tan mojada que notaba sus jugos en el interior de los muslos.

- Que perra que eres, joder. ¿Nunca le has hecho hacer la calle?

- ¿La calle? No, no. Es peligroso. la calle tiene sus reglas. No creo que permitan intrusas.

- Conozco un proxeneta que no pondría ningún problema para que trabajara una noche para él. Todas tendrían que hacerla, al menos una vez, para que sepan cuál es su lugar.

- Seguro que más de una vez has fantaseado con ello. ¿Verdad puta?

- Si…Sí AMO...

- Claro que a tu edad serás una puta vieja. Una puta barata.

- Lo sé. AMO.

Lo vio coger de una estantería un consolador de látex, negro, realista y grande. Acarició su coño, su clítoris, antes de penetrarla. La llevaba, una y otra vez, al borde del orgasmo. Nunca había estado tan caliente, tan deseosa de ser penetrada. Suspiraba, jadeaba. No podía más, aquello si era una tortura.

Don Ricardo desapareció de su campo de visión. Se preguntaba qué vendría ahora, hasta dónde la llevaría. Cuando, a través del espejo volvió a verlo llevaba sólo su camisa abierta, desnudo, mostrando su polla. Dura. Erecta.

No pudo evitar empezar a culear como una perra, buscando con sus nalgas aquel pene, ahora tan deseado.

- ¿Qué te pasa zorra? ¿Quieres que te folle? Esto es lo que quieres. ¿Verdad, puta asquerosa?

- S, sí AMO. Por favor. por favor AMO. Haré todo lo que usted quiera, pero por favor fóllame. No puedo más AMO.

Mike nunca la había visto tan excitada. Notó una punzada de celos en su interior, temió perderla. Por primera vez se dio cuenta de que le importaba. Don Ricardo era mucho más experto que él y sintió miedo de que la hiciera, definitivamente, suya.

Dejando un considerable espacio Don Ricardo se apartó de ella.

- Mike; desátala. Está bien, perra, te voy a dar mi pola, pero antes tienes que mamármela. A ver si sabes hacerlo como es debido.
Ven aquí, a gatas.

La esperaba, sonriendo.

- Mira cómo le cuelgan las tetas. Yo, de tu, le haría un tratamiento de lactancia inducida, así podrías ordeñar sus ubres.

No había pensamientos en su cabeza, solo instinto, un instinto animal como nunca lo había sentido, mientras se arrastraba hacia su pene, mientras se llenaba su boca con él.

- Ni se te ocurra tocarte, perra sumisa.

Sus manos acariciaban el cuerpo del macho mientras chupaba aquella polla.

- Que bien la mamas, vieja cerda.

Mike pensaba que quizá no había sido una buena idea ofrecer aquel trato. Podía perderla. Aquel hombre lograba excitarla como él nunca había conseguido.

- Para, puta. Para y póstrate en el potro. Voy a follarte como nunca te han follado.

Estaba tan lubricada que de un solo golpe la penetró hasta el fondo. UNO, DOS, TRES, hasta por tres veces orgasmó antes de que él se corriera dentro de ella. Jadeaba. Gemía.
Quedó tendida sobre el potro, llena, satisfecha, agotada.

- Gracias…Gracias, AMO.

A sus espaldas oía sus comentarios.

- He usado muchas perras, pero pocas como esta. ¿Antes de ti no había tenido ningún otro AMO?

- No, Don Ricardo, ninguno.

- Pues debo felicitarte. Has hecho un buen trabajo. Por descontado aceptó el trato, te la devolveré en cuanto regreses. Solo que debes saber que estará más emputecida, si cabe.

- Lo sé Don Ricardo. Solo le pido una cosa más. Si le hace fotos o videos no debería mostrarse su cara de manera reconocible.

- Por supuesto, siempre lo hago así

- Lastima de que en la casa de ella no pueda disponer de un espacio como este. Supongo que lo echará en falta.

- ¡Oh! Tranquilo, si quieres os lo puedo alquilar cuando yo no lo use. Lo he hecho otras veces con personas de mucha confianza.

- ¿De verdad? Sería estupendo.

- Claro que sí, solo que tendrás que pagar por adelantado, no quiero que vuelvas a acumular deudas conmigo, pero ya hablaremos cuando vuelvas.
¿Cuándo te vas?

- Este martes. Don Ricardo.

- Tú, puta; levántate y vístete. El miércoles a las seis de la tarde te quiero aquí, puntual. No soporto la falta de puntualidad. ¿Me escuchas?

- Sí. Si. AMO. Aquí estaré.

- Ahora levántate y vístete. Voy a avisar a Clara para que os acompañe hasta la salida.

Atravesaron el jardín, acompañados por Clara, que se despidió de ellos, dando dos besos, en las mejillas a Mike.

- Espero que cuando vuelvas vengas más por esta casa, Mike, que últimamente has estado muy desaparecido.
En cuanto a ti ya te veré el miércoles. Por lo visto has pasado la prueba con nota. Será todo un placer disfrutarte durante este par de meses.

- Gracias, AMA.

- Vaya. veo que aprendes pronto.


Licencia de Creative Commons

El sobrino II es un relato escrito por Lena publicado el 09-09-2022 10:24:46 y bajo licencia de Creative Commons.

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