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Dos días. Encuentro
Escrito por Perro Viejo

Encuentro

Estoy en la parte sombreada de la terraza del bar.
A mis pies un cachorro adormilado, cinco meses cumplió ayer.
La campana de la iglesia inicia el aviso de las 11 de la mañana.
Aparca un coche de color azul a 20 metros, sale una mujer.
Puntualidad inglesa. Me gusta.
Aproximadamente 10 minutos antes ha pasado por delante el mismo vehículo.
Hay dos bares mas, ella quería asegurarse del sitio.
Me agrada. Yo hubiera hecho lo mismo.
Se aproxima despacio, más despacio de lo normal, es como si reprimiera la cadencia de su paso habitual.
Es un poco más baja de como se describió. 160 cm. calculo.
Pelo castaño con un mechón rojo muy llamativo. Media melena. Gafas de sol.
Viste falda larga, blusa y sandalias. Algún kilo de más, como todos.
No saca bolso o mochila del coche. Las llaves en la mano. No parece llevar teléfono.
Esta a 20 metros, con el sol de cara no observo más.
El cachorro levanta las orejas al percibir que alguien que se acerca.
Me levanto. Ella me encara.
.- Soy Ana
Por supuesto que es Ana.
Llevamos hablando por chat y por teléfono casi un mes. Nos conocemos por fotos, hemos tenido conversaciones largas y profundas sobre temas muy variados, literatura, política, cocina, deportes, sobre la vida en general y sobre nuestros gustos en particular. Todo ha sido acordado y pactado.
No contesto, simplemente aparto una silla.
El mensaje es claro.
.- Acompáñame.
Se sienta en el borde de la silla dejando las gafas y las llaves sobre la mesa, no cruza las piernas.
Una aptitud correcta.
Tengo a mi lado una mujer de 50 años, manos de trabajadora, uñas sin pintar pero cuidadas, ojos marrones muy vivos, arrugas en los ojos y boca.
Ningún pendiente, collar o colgante que se vea, tatuaje de una rosa negra en el interior de la muñeca izquierda. Labios pintados con un color claro. Sin maquillaje.
La falda larga y vaporosa color amarillo pálido, la llega a los tobillos.
Blusa blanca de manga corta sin bolsos, botones nácar, se transparenta un poco.
Emana sensualidad sin ser descarada.
Omar, el propietario y camarero del bar sale y pregunta si desea tomar algo.
Ella duda.
Tensa espera.
Pasan los segundos lentamente, lo resuelve mirándome a los ojos.
Interpreto su mirada asintiendo con la cabeza, pide una pinta de cerveza.
Encantador el timbre de su voz, el teléfono no le hace justicia.
Omar regresa con la cerveza.
Bebe. Un trago largo.
Seguro que tiene sed. Ha tenido que madrugar para llegar a la hora. Se ha desplazado casi 200 km.
El cachorro se despertó, seguramente por ese aroma a ropa recién planchada que desprende Ana.
Un olor muy agradable.
.- Si lo tienes claro pronuncia la frase, en caso contrario no pasa nada, te invito a almorzar y listo.
Esas son mis primeras palabras.
Sorprendentemente no la noto dudar, pero si está nerviosa.
Otro trago largo. El vaso queda vacio.
.- Hoy me entrego a ti, mi Señor. Me entrego libremente en las condiciones acordadas.
Según pronuncia la frase veo que ha cumplido una de las normas pactadas. Debajo de la blusa se han marcado unos pezones erectos. Sin duda esta excitada por la situación.
.- Palabra de seguridad ¿?
.- Verde
Al hablar casi cruza las piernas, se ha dado cuenta rápidamente y regresa a la anterior posición.
Como yo es amante del protocolo, según me explico hace días, además está bien educada.
.- Acepto tu entrega Ana y tomo nota de las condiciones.
Es mi contestación.
Ella parece relajarse un poco.
La indico como cruzar desde el bar al patio interior de la casa, apenas hay 10 metros.
La entrego la correa del cachorro y la pido que me espere en la puerta de la casa.
Al levantarse, me mira para después bajar la cabeza.
Se va caminando con el cachorro. El contoneo de ambos es similar.
Esa falda esconde un culo redondo y denso, un culo rotundo que anima a ser explorado.
.- Omar, otro café por favor.

Creo que ya la hice esperar suficiente.
Han pasado 20 minutos desde que se fueron.
Me levanto, pago y cruzo el portal hasta el patio interior.
Ana se encuentra de pie en el otro extremo, en la puerta de casa, con el cachorro sentado a su lado, no ha soltado la correa ni ha entrado. Tiene que estar sudando, el sol cae fuerte.
Suelto al perro que inmediatamente busca su sombra habitual, ahora no son horas de perseguir gatos.
Cogiendo delicadamente a Ana de la mano pasamos al interior, se nota el frescor.
Se la escapa un suspiro fuerte. Se me antoja pensar que ahora huele a hembra, seguramente es el sudor.
Sin soltarla subimos la escalera de piedra hasta la planta superior entrando en una de las habitaciones.
Es rectangular, de tres por cuatro metros, con ventana a la parte posterior de la casa.
Una cama pequeña, pegada a la pared, una mesita y una silla antigua pero muy resistente son los únicos muebles. Como lámpara una bombilla desnuda.
Una jarapa blanca está colocada en el centro.
Situando a Ana sobre la jarapa me siento en la silla.
La observo.
No levanta la barbilla, las manos en los costados con las palmas al interior, piernas ligeramente abiertas.
Su anterior Amo la enseño bien.
.- Desnúdate.
Lo digo despacio, sin alzar la voz, vocalizando.
Es la primera instrucción que la doy y quiero que la entienda sin dudas, sin interpretaciones.
Aproximándose a la cama se sienta y comienza a descalzarse.
Al quitarse la segunda sandalia un tintineo me llama la atención. Lleva una esclava en el tobillo, me mira con ojos suplicantes.
.- No te la quites, me gusta.
Una tímida sonrisa y una mirada brillante son su forma de agradecimiento.
Se quita la falda mostrando una braga blanca de algodón, una braga de niña que tiene escrito “sábado”. Hoy es miércoles.
La blusa después, mostrando unos pechos medianos algo caídos, las aureolas muy rosadas, los pezones están erguidos y son grandes.
Termina quitándose las bragas y doblando toda la ropa sobre la cama.
Una estrecha línea de pelo corto y rizado sale desde su sexo subiendo unos 5 cm. en busca de su ombligo... Parece la cresta de un indio apache, llamando la atención sobre un monte Venus muy blanco.
Una pequeña barriga enmarca una fina y antigua cicatriz que hace de linde entre un liguero bronceado y la piel blanca de un biquini tradicional.
Colocándose sobre la jarapa se limita a esperar.
Solamente con su postura esta diciéndome “soy así y me gusta como soy”.
Noto un pequeño temblor en sus rodillas.
Me atrae esta mujer.
Me levanto cogiendo una vara de avellano que estaba dormida en la pared y me aproximo a ella.
Se muerde ligeramente el labio inferior. No dice nada.
Baja más la mirada y continúa su espera.
Un toque suave con la vara en una mano y las coloca correctamente.
Un toque suave entre los muslos y abre un poco más la piernas.
Voy girando despacio a su alrededor, quiero que se sienta observada, que cada centímetro de su piel note mis ojos, con la mano libre la acaricio, ahora la nuca, ahora la espalda.
Me entretengo en sus pechos, recortando levemente toda su curvatura, aquí el blanco esta difuminado.
Me entretengo presionando con dos dedos sus largos pezones.
Estos me desafían endureciéndose aun más.
Acaricio la línea apache sin llegar a tocar su sexo.
Ella emite un breve jadeo.
Un cachete sonoro en la nalga la hace volver a la realidad. Mis dedos han quedado marcados en su culo.
Ciertamente tiene un culo poderoso. Culo de horas de sentadillas y gimnasio. Culo para hacer grandes pecados.
.- Gracias mi Señor
Es su respuesta.
La habitación empieza a oler a sudor, a sexo.
Tengo que centrarme, estoy excitado y no tengo que perder mi objetivo.
Mi objetivo es ella. Ella y su placer. Ella y su entrega. Ella y su satisfacción a través de mí.
Realmente me gusta su aptitud como sumisa.
.- Ve a ducharte, la primera puerta a la derecha según bajas las escaleras, he dejado dos toallas limpias y eres libre de usar el gel o la pastilla de jabón que quieras.
Noto sorpresa pero no dice nada.
Sale desnuda y descalza de la habitación hacia el baño, un leve tintineo la acompaña al bajar la escalera.
Aprovecho para cambiarme de ropa, un pantalón corto de chándal y una camiseta sin mangas serán suficientes.
Bajo y entro en el baño.
Escucho el agua caer detrás de la cortina, la abro.
La encuentro de cara a mí, sorprendida de nuevo.
.- A cuatro patas puta.
Asume la posición cerrando antes el agua.
Su mirada al frente.
Orinando sobre su espalda, recorro desde los omoplatos hasta la raja de su culo, una meada larga y caudalosa.
Veo resbalar el líquido por su espalda hasta sus pechos, sus muslos se tensan.
Como un rio, se desliza entre por su culo, humedeciendo su ano y chorreando desde su sexo. Parece que esta orinando ella.
Ha abierto un poco más las piernas al sentir el calor.
Entreabre la boca, como cogiendo mas aire.
.- Gracias mi Señor.
Dice entrecortada.
Esta vez su voz ha sonado a total entrega, sin un ápice de orgullo.
Al finalizar no se da la vuelta.
Continúa esperando en la misma posición.
Está esperando que la tome, que la penetre en este momento, que la folle la boca o cualquier orificio,
No creo equivocarme, su excitación es llamativa.
Los labios de su coño están entreabiertos, su ano parece palpitar, su respiración es profunda.
.- Termina de ducharte y regresa a la habitación. Ahora si podemos empezar la sesión.


Licencia de Creative Commons

Dos días. Encuentro es un relato escrito por Perro Viejo publicado el 26-09-2022 10:02:32 y bajo licencia de Creative Commons.

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