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Esclavo de mi mujer y mi suegra 3
Escrito por sumisso

CAPITULO 3: TODO LLEGA A SU TIEMPO


Mi mujer se iba a marchar a pasar unas estupendas vacaciones con sus amigas diez días, con todos los gastos pagados, por supuesto pagados por mi de mi cuenta bancaria. Unos días antes me hubiese preocupado mucho la cantidad de dinero que me había costado ese viaje, pero en ese momento solo me importaba una cosa, mi suegra. Iba a quedarme diez largos días con la señora Claudia (o el ogro como yo la llamaba dentro de mi mente) a solas en casa. Estaba atemorizado debido a su brutal enfado hacia mi la ultima vez. Fui salvado en ultima estancia gracias a la intervención de mi mujer, hubiese recibido una paliza soberana por parte de mi suegra. Estaba asustado por las ultimas palabras que pronunció mi suegra. Me odiaba con todas sus fuerzas y tarde o temprano estaba dispuesta a darme la paliza que tanto ansiaba con su correa.

Podéis llamarme cobarde, pero os aseguro que en mi lugar también os asustaríais. Imaginaros a mi suegra, la señora Claudia, su aspecto voluptuoso, mas de cien kilos de peso, grandes brazos, piernas robustas y caderas enormes. Imaginárosla agarrando una correa de cuero, os puedo asegurar que puede llegar a ser realmente cruel. No tiene el menor remordimiento en azotarte con la correa tan duramente como sea necesario, puede usar toda su fuerza y provocarte un dolor terrible. Si empieza, no termina, pero en las ultimas ocasiones su hija la había frenado, pero ahora no estaría ella. Ahora comprendéis mi temor.

Faltaban dos días para que se marchara mi mujer. Incomprensiblemente mi suegra no me dirigió la palabra. No me dio ninguna orden ni se preocupó lo más mínimo en saber si compila mis labores domésticas. No existía para ella. Estuvo muy ocupada tramando algo que yo desconocía. Se pasó los dos días enteros haciendo preparativos. Se encerraba largas horas en una habitación donde había situada una máquina de coser. Escuchaba funcionar la máquina de coser eléctrica una y otra vez. Cuando no estaba cosiendo estaba fuera de casa, regresaba con varias bolsas negras y sin prestarme atención guardaba su contenido. La tarde antes de marcharse mi mujer, llegaron dos operarios, mi suegra había comprado algún mueble o algo parecido. Los dos operarios cargaron algo pesado y lo introdujeron en el garaje de la casa. Desde el interior no pude visualizar de que se trataba, iba empaquetado dentro de una gran caja y parecía muy pesada y grande por el esfuerzo que ejercían los operarios. Estaba completamente intrigado, desconocía que tramaba mi suegra, solo deseaba que no tuviese nada que ver conmigo.

El sábado por la mañana deje a mi mujer y sus tres amigas en el aeropuerto. Ahora estábamos solos mi suegra y yo. Regresé a casa tras pasar por el aeropuerto y nada mas entrar en la puerta observé como mi suegra estaba sentada en el cómodo sillón del salón. Sobre la mesa baja del salón había ropa y varios objetos. Al acercarme comprobé como había un traje de criada de color negro, con su cofia y demás complementos. A su lado había unos zapatos con un tacón de vértigo, unas bragas negras, un par de medias de lycra de color oscuro y una peluca. Estaba sorprendido ante semejante traje, mi suegra me aclaró la situación.

- Esta será tu nueva vestimenta. Voy a convertirte en una verdadera criada. Llevaras puesto el uniforme todo el día. Cuando regrese mi hija quedará asombrada con tu cambio, tanto físico como de actitud- Me informó con un tono muy serio. La señora Claudia acostumbraba a bromear y burlarse de mi con su sonrisa perversa, pero ese día continuaba realmente enfadada. No había bromas, estaba muy seria. Inspiraba un odio radiante hacia mí.


Me fue entregando el uniforme y fui vistiéndome de forma obediente. Primero me coloqué mi traje de criada con su cofia. Posteriormente mis medias de liga. Acto seguido los zapatos de tacón. Me entregó mi peluca rubia de pelo medio largo hasta los hombros y para terminar me entregó un tanga muy extraño. La parte delantera del tanga era normal pero la tela fina que se introducía en el culo estaba hecha de goma elástica. Una goma gruesa de varios centímetros estaba cosida a la tela de las bragas. Desconocía su utilidad, pero pronto lo averigüé.

- Ponte las bragas, pero no te las subas todavía – Me ordenó. Obedecí estando ya vestido de criada frente a la señora claudia con las bragas en las rodillas. Apenas mantenía el equilibrio, los zapatos de tacón eran muy altos. Agarró una bolsa y sacó un objeto que reconocí al instante. Un pene de goma de color negro de un tamaño muy grande, muy superior a los que usaban en su arnés las señoras para penetrarme.

- Inclínate sobre el sofá con las piernas abiertas – Volvió a ordenarme. Obedecí de nuevo muy complaciente, no deseaba enfurecerla más. Escuché el sonido inconfundible de sus detestables guantes de goma que siempre utilizaba. Unos guantes de goma largos hasta los codos ya sucios de tanto uso. Comprendí que iba a introducir el enorme pene dentro de mi culo. ¡¡ Era demasiado grande, no entraría ¡¡.

- Voy a introducirte el pene dentro de tu culo. ¡¡Las putas como tu llevan un pene bien grande dentro del culo ¡¡. Tienes dos opciones; Te estás quietecito mientras te lo introduzco y colaboras o lo hacemos por las malas. Tú eliges. – Me dijo a la vez que colocaba un preservativo en el pene de goma y lo rociaba de vaselina. Comenzó a introducir el pene despacio. Entraba poco a poco, pero al instante el dolor se hizo muy intenso. Deseaba colaborar, pero el dolor era mas fuerte que yo, comencé a moverme, gritar Ahhhhh ahhhhhh y patalear.

- Por favor Señora Claudia es muy grande, por favor ahhhhhh ahhhhhhhhh - La supliqué quejándome . Finalmente, la señora sacó el pene de goma de nuevo del agujero de mi culo. Creí que se había apiadado de mí, pero mi estupidez todavía parece que no conocía a mi suegra.

- Has elegido la segunda opción, por las malas. Te he dicho miles de veces que no repliques, ¡obedeces y punto¡, pero sigues desobedeciendo. Te aseguro que te voy a enseñar a obedecerme sin excusas. – La señora Claudia dejó caer su enorme rodilla sobre mi nuca y apretó duramente inmovilizándome contra el sillón. Descargó el peso de su pierna aplastándome contra la tela del sillón. Colocó su mano enguantada sobre mi boca impidiendo pudiese gritar y comenzó a forzar el pene de goma en mi interior. Poco a poco fue entrando, empezó a ejercer más y más fuerza sin compasión. El dolor era muy fuerte, mmmmhhhmmmmmm se escuchaba entre mi boca amordazada por su mano enguantada. Apretó duramente y dentro por completo dentro de mi culo. Sentí un fuerte dolor y una gran presión, era muy grande el pene y me dolía en mi interior. La señora Claudia subió mis bragas especiales y averigüé que la goma del tanga era para sujetar el pene, era una goma gruesa y resistente que atenazaba el pene en mi interior sin poder expulsarlo.


- Sígueme, voy a enseñarte tus tareas diarias – Me dijo mientras yo la seguía tropezando por mis altos tacones y el dolor de mi culo por el enorme pene. Comenzó a ordenarme que debería limpiar todos los suelos de la casa, la cocina, el baño, limpiar habitaciones, cristales….. Un sinfín de tareas que ya no recordaba y podría llevarme una eternidad.

- Antes de comenzar tus tareas, sígueme – La seguí tropezando nuevamente con mis tacones. Parecía una puta borracha que no podía andar. Me condujo hasta el garaje. Entramos por la puerta interior de la vivienda y nada mas encender la luz del garaje observé el mueble que el día anterior habían traído los operarios. Quedé aterrorizado al observarlo.

El dichoso mueble era un potro similar a los de gimnasia. Un potro grande pesado y alto con cuatro robustas patas y más barras que cruzaban horizontalmente. En cada una de las patas llevaba agarraderas incrustadas a las patas. Deduje de inmediato que atar a alguien en el potro era una tarea muy sencilla. Estaba boquiabierto incrédulo observando el potro de grandes dimensiones cuando la señora me enseño un nuevo objeto. Recocí de inmediato lo que era, pero nunca había visto nada igual.

La señora claudia, el ogro de mi suegra, agarraba una correa gruesa, pero muy extraña con muchas modificaciones. Había cogido una correa ancha de mujer, de las que usan las mujeres de complemento sobre los vestidos. Había envuelto un extremo de la correa sobre una lámina o segmento de goma dura. Una vez envuelta con su máquina de coser se aseguró que quedaban perfectamente unidas. La correa gruesa y ancha había quedado envuelta sobre una nueva capa de goma dura. Quedé asombrado al observar el nuevo descubrimiento, la lámina estaba repleta de pequeños gránulos de goma. ¡¡ Era el felpudo de la entrada de casa ¡¡ . Le había comprado yo mismo. La señora le cortó y utilizo su base para coserlo a la correa. Había cosido unos cincuenta centímetros de la goma granulada sobre la correa.


- Realizaras tus tareas debidamente. Me obedecerás en todo. No me rechistaras y mucho menos faltaras al respeto. De lo contrario te daré los 200 correazos prometidos que la ultima vez conseguiste librarte. ¡¡Esta vez no está tu mujer para salvarte¡¡- Me amenazó duramente mientras descargó con mucha fuerza la correa contra la superficie del potro para intimidarme. Se escuchó un casquito muy sonoro que resonó en toda la habitación. La correa era muy pesada y al chocar con la piel del potro produjo un gran chasquido en todo el garaje. Aquella correa debía de ser terriblemente dolorosa. La correa y sus granos de goma que había cosido podrían destrozar el culo de cualquiera. Deseaba no tener que probarla nunca.

Comencé a realizar mis tareas muy obedientes. Empecé a fregar los suelos, pero lo que parecía sencillo era muy complicado, no paraba de tropezar y caerme al suelo con los tacones y para colmo el pene de goma introducido en mi culo cada vez me dolía más. Realizaba mis tareas muy lentamente. Realizar las tareas de esa forma era muy difícil, demasiado para mí.

Una hora después de comenzar mis tareas regresó la señora claudia, mi suegra, a contemplar como estaba haciendo mis tareas. Descubrió que no había avanzado nada. Seguía en el mismo lugar que me había dejado quejándome por mi situación sin parar de tropezar y quejarme por el pene introducido.

- ¿No te dejé bien claras tus tareas? – Me preguntó al observar que no había casi empezado.

- ¡¡ Así no puedo, me caigo y tropiezo cada instante, el pene de mi culo me duele mucho y la dichosa peluca no me deja ver nada ¡¡ - Contesté a mi suegra furioso. Al instante me di cuenta de que la contesté levantando la voz, de forma mal educada y omití llamarla señora. Los nervios se apoderaron de mí y la falté al respeto de forma inconsciente. Contemplé como su rostro se tornó cada vez más serio ante mi contestación. Ese rostro ya le había presenciado la última vez, donde fui salvado por mi mujer. Mi suegra sufrió una transformación, como cuando el hombre se transforma en bestia en la película, pues en este caso mi suegra cuando se enfurece parece que sale humo de su cabeza, sus ojos lanzan relámpagos y no para de gritar en voz alta.

- Ohhhh, ¡¡ claro que vas a poder ¡¡ Voy a enseñarte a obedecer!!! Los 200 correazos pendientes con mi nueva correa te van a ayudar a aprender. Sígueme hasta el garaje ahora mismo puta – Me ordenó furiosa y levantando la voz ante mi comportamiento.

- No señora, lo siento, no sucederá más, me he dejado llevar sin saber lo que decía, no pretendía faltarla al respeto - La respondí intentando salvar la situación.

- ¡¡ Sigues rechistando ¡Si te ordeno algo, lo haces! No quiero escuchar excusas, suplicas…. Te lo he recordado millones de veces, pero sigues empeñado en desobedecer. Mi paciencia se ha agotado. Te lo voy a enseñar de otra forma – Comenzó a gritarme enojada, la transformación ya se había completado.

- ¡¡ Al garaje inmediatamente¡¡ - Me ordeno airada por completo mostrando con su dedo la dirección.

Mi estupidez no tenía límites. Había empeorado la situación. La había enfurecido y no había marcha atrás. Entramos al garaje y continue suplicando me perdonara. Acababa de ordenarme hace apenas unos segundos que obedeciese y no quería excusas ni rechistara y seguía haciéndolo de nuevo aumentando su enfado.

Me ordenó recostarme sobre el pesado potro. Apoye mi abdomen sobre la superficie del potro y estire las manos y piernas tal como me ordeno. El potro además de pesado era muy alto. Mis brazos y piernas quedaban muy estiradas para poder llegar hasta los anclajes situados en las patas. Había comprado unas muñequeras gruesas de piel. Rodeó mi mano con una muñequera y cerró la hebilla fuertemente dejándola muy apretada a mi muñeca. Hizo lo mismo con la otra mano. Ahhhh me quejé, las apretó con mucha dureza, notaba su presión. A mi suegra no la importó lo mas mínimo si estaban apretadas, continuó haciendo lo propio colocando las restantes muñequeras sobre mis tobillos igual de presionadas.

Quedé sorprendido con lo que ocurrió a continuación Había comprado muchas más cosas, tenía todo preparado a la perfección. Agarró una bolsa de plástico en cuyo interior había numerosos candados metálicos con sus respectivas llaves. Eran candados gruesos de los que se utiliza para cerrar una puerta o anclar una cadena en una verja. Eran muy resistentes. Fue colocando candado a candado sobre las muñequeras y la sujeción del potro en cada pata. Cerró con llave cada candado y me dejó anclado al potro por mis extremidades. Podría ejercer toda la fuerza que quisiese que nunca consiguiera liberarme. Para escapar debía romper los candados metálicos y eso era imposible para mí y cualquier persona. Se aseguró que no pudiese escapar del potro por más que lo intentase. Tenía todo planeado a conciencia sin dejar nada al azar.

- ¡¡ Intenta escapar ahora si puedes ¡¡. Ahorita no te va a salvar nadie.¡¡ Voy a hacer lo que debía de haber hecho hace mucho tiempo pero por un motivo u otro siempre conseguías salvarte . Voy a romperte el culo a correazos con mi nueva correa. Te aseguro que va a ser muy doloroso, terriblemente doloroso. No voy a detenerme hasta que recibas tus doscientos correazos y aprendas a respetarme y obedecerme. – Me reprochó furiosa mientras permanecía inmóvil en el potro. Unos minutos antes podría haber intentado escapar, pero ahora ya no tenía solución anclado sobre el potro.

Continuó realizando varios preparativos. Quedé aterrado cuando regresó hasta mi portando un rollo de cinta de embalar gruesa de color gris. No era la cinta que tenían guardada en el cajón del salón. Esta era mucho mas gruesa y resistente.

- Ahorita mismo voy a cerrar tu bocaza repugnante. Se van a acabar tus faltas de respeto hacia mí, excusas, insultos…. Vas a permanecer bien calladito -. Continuó hablándome duramente, estaba muy furiosa y rabiosa conmigo. Había almacenado mucho odio hacia mí, la había dado demasiado motivo, no me había comportado con ella debidamente en los últimos meses. Era imposible detener su odio hacia mí.

Giré mi cabeza con dificultad, ya que permanecía anclado al potro y bocabajo al estar tan estirado. Comenzó a enfundarse sus famosos e inseparables guantes de goma largos. Ya no me acordaba de ellos, pero no iban a faltar en nuestra cita. Siempre me tocaba o castigaba con ellos, tal como me dijo una vez “la basura se toca con guantes “. El chirrido de sus guantes encajando en sus carnosos brazos aumento mi nerviosismo y miedo. Había colocado incluso una tira elástica en el extremo de sus guantes para que no cayesen y se mantuviesen hasta sus codos. Ahora comprendía la cantidad de horas que había estado dentro de la habitación con su máquina de coser. Terminó de ajustarse sus guantes apretados y se dirigió hacia la parte delante del potro donde se encontraba mi cara. Se inclino hacia el suelo y colocó un collar de perro grueso sobre mi cuello. No paraba de sorprenderme. Cerró el collar sobre mi cuello y lo ancló con otro candado a un agujero que había sobre una barra horizontal del potro a la altura de mi cabeza.

Estaba completamente inmovilizado. No podía mover un solo musculo de mi cuerpo. Ahora no podía ni girar la cabeza, ya que estaba anclada también al potro por el collar sujeto a mi cuello. Parecía un muñeco, inerte.

Inclinada en el suelo frente a mí, se bajó sus bragas por sus grandes piernas mientras mantenía el rollo de embalar gris en su otra mano enguantada. Ya era conocedor que pretendía amordazarme con ellas. Mi suegra usa una talla de bragas muy grandes debido a su luminosidad y ya era conocedor que podía amordazarte profundamente con ellas inflando la boca. Agarraba sus bragas entre su mano enguantada echas un ovillo. Se restregó sus bragas por su culo y ano repetidamente y volvió a mostrármelas. Estaban completamente sucias llenas de restos marrones al haberse limpiado con ellas.

- No Por favor, señora Claudia – Rogué una vez más.

- ‘¡¡ Abreeee la boca ¡¡ - Me gritó. Obedecí al instante asustado, no os imagináis a mi suegra cuando se enfada, tiembla la tierra y su voz se escucha en el mundo.

Introdujo sus bragas sucias de restos de su culo en mi boca. Apretó con sus dedos enguantados y se aseguró que entraban por completo. Utilizó su fuerza para asegurarse que entraban hasta el fondo sin que sobresaliese nada de la tela. Fue mas brusca de lo habitual. El ogro furioso de mi suegra estaba desatado Apretó la cinta americana sobre mi boca y comenzó a dar vueltas sobre el contorno de mi pelo y cabeza hasta llegar de nuevo a la boca. Una vuelta, otra vuelta, una mas y aumentando mi pánico continuó dando vueltas gastando medio rollo. Ejerció fuerza y se asuró que quedaba la cinta bien prensada a mi cara. Sentí una fuerte agonía, la cinta apretaba duramente mi rostro y boca manteniendo su mordaza en el interior de mi boca hasta la campanilla.

Traté de suplicar, ahora era demasiado tarde. Intenté hablar, gritar…. Me encontré mi lengua atenazada y no podía emitir sonido alguno. El don de mi palabra había desaparecido por completo. Al intentar suplicar solo me encontré el detestable sabor de su mordaza sucia. Era como tener mi boca dentro de su culo. Un fuerte sabor repugnante que me humillaba constantemente.

- ¡¡ Así calladito estas muy guapo ¡¡. Ahorita puedo azotarte cuanto desee, no podrás escapar…. nadie te escuchara. Te aseguro que hoy no va a venir tu ángel de la guarda a salvarte. Estamos solos tu y yo durante diez días - Me reprendió duramente la señora Claudia mientras se dirigió a un lado de la estancia. Se quitó su vestido para estar mucho mas cómoda y quedó completamente desnuda con tal solo sus botas marrones que tanto la gustaban y sus guantes largos de goma sujetos en el codo por la cinta elástica que había fabricado.



Ahora mi visión era mas reducida. No podía mover la cabeza. Tenía el collar del cuello sujeto por un candado a una barra del potro. Tan solo tenía una parte de visión bocabajo, pero lo que contemplé me produjo verdadero pánico. Contemple como la señora agarraba su correa especial que había fabricado, la agarraba fuertemente entre sus manos enguantadas y se acercaba hacia mí.

La señora estaba muy furiosa y me odiaba profundamente, tenías cuentas pendientes. Al completo odio había que añadir que la señora cuando agarraba una correa entre sus manos se transformaba en una mujer completamente sádica. Ya me había librado anteriormente de su crueldad en dos ocasiones, pero esta vez era distinta. Había comprobado con mis propios ojos como la señora podía ser especialmente cruel.

- Ahorita hijo de puta, voy a enseñarte a respetarme. 200 correazos. Los recibirás en tandas de diez en diez. Cada tanda será más dura que la anterior. Esto va a dolerte mucho, ha llegado la hora que tanto deseaba. Voy a romperte el culo a correazos. Llora lo que quieras que me da igual, me he asegurado que lo harás en silencio. – Me recriminó antes de comenzar su castigo.

El miedo se apoderó de mí, traté de liberarme del potro, traté de gritar o pedir ayuda, pero todo fue en vano. No conseguí mover un musculo de mi cuerpo y la mordaza me impidió expresar el mas leve sonido.

ZAAAAAAAASSSSSSS ZAAAAAAAAASSSSSSS ZAAAAAAASSSSSSS

Descargó sus primero diez correazos. Sentí un fuerte dolor en mi culo. Comenzó mi piel a calentarse y sentir la quemadura de su correa. Los pequeños granitos de goma que llevan adheridos se hundían en mi piel.

ZAAAAAAAASSSSSSS ZAAAAAAAAASSSSSSS ZAAAAAAASSSSSSS

Recibí una segunda tanda de azotes y una tercera tanda. La piel de mi culo estaba roja, pero fue la cuarta y la quinta tanda fueron mucho mas duras que las anteriores. El dolor aumento considerablemente. La sexta y la séptima tanda el dolor aumento más y más. Las dos ultimas tandas hasta los primeros cien correazos fueron los mas duros. El dolor era muy fuerte, descargaba su correa sobre mi culo magullado y sentía como si estuviese en llamas la piel de su correa con un considerable dolor sobre mi culo desnudo.

Terminó de propinarme los 100 primeros correazos. Agarró una silla y se sentó frente a mí, colocó la silla frente al potro donde me encontraba inmovilizado. Veía a la señora al revés debido a mi incómoda posición. Observé su enorme cuerpo gigante desnudo, cruzó sus piernas enfundadas en sus grandes botas marrones y encendió un cigarrillo alargado sujetándolo por sus guantes de goma. ¿Desde cuándo fumaba la señora? Fumó despacio contemplándome. Pasó un minuto cuando decidió dirigir su palabra hacia mí.

- ¡¡ Ya estas llorando ¡¡ pronto empiezas¡¡ - Me dijo burlándose de mi mientras continuaba fumando y riéndose de mis lagrimas que caían por mi rostro. El silencio se apoderó de ambos. Yo no podía articular sonido alguno y mi señora quedó en silencio contemplándome pensativa sentada sobre su silla.

Tras unos segundos más, la señora dirigió de nuevo su voz hacia mi:

- Te casaste con mi hija, la engañaste con quien sabe cuántas mujeres…. te burlaste de mí, me has insultado continuamente y te permitimos vivir en nuestra casa tras habernos intentado engañar y dejarnos en la calle y… ¿así nos lo devuelves faltándome al respeto? - Recriminó mi comportamiento. La señora continuaba completamente furiosa conmigo.

Terminó el cigarro alargado, se levantó sujetando entre su mano enguantada el final de su cigarro y se colocó tras de mí. Acercó el cigarrillo sobre mis testículos y lo apagó sobre mis huevos.

El grito se hubiera escuchado en todos los puntos del planeta, pero mi mordaza impidió articular sonido alguno. El dolor que sentí fue terrible. Comencé a llorar mas fuerte, como un niño pequeño que le quitan su juguete. Las lagrimas resbalaban por mi rostro en completo silencio sin poder moverme.

- Te quedan cien correazos, ¡te aseguro que ahora empieza lo divertido¡Duplicaré la dureza de los correazos, ¡¡vas a aprender a respetarme¡ Cuando termine contigo me pondré mi strapon y te voy a follar como te mereces. ¿recuerdas que te dije que lo haría sin vaselina ?.... Pues hoy vas a descubrir el dolor que se siente. Va a ser una noche muy larga para ti. Tenemos toda la noche sin prisas….. – Levantó de nuevo la voz mientras observé como estiraba de la goma elástica de sus guantes de goma para volver a ajustárselos a sus codos. Agarró de nuevo su correa y ZAAAAAAASSSSSSSSSS

Aquella noche visité el infierno. Me azotó durante varias horas, hizo muy lenta la azotaina. Me azotaba cruelmente con su correa, se detenía y reprochaba mi comportamiento para acto seguido volver a azotarme. Tras dos largas horas de correazos, se ajustó su strapon tal como me prometió y me folló duramente. Fue una noche muy larga para mí, no pude hacer nada, inmovilizado y en completo silencio recibiendo un intenso dolor incansable.

Me liberó del potro y mis ataduras. . Continuaba llorando del dolor recibido aquella noche. Observé como tenía el culo completamente morado y lleno de granulados de la goma de su correa. No quedaba un solo espacio sin la marca de su correa y algún que otro sabañón. Mi culo me dolía tanto por fuera como por dentro, me folló una y otra vez sin parar con su strapon.

- Mañana continuaremos. Vuelve a desobedecerme, faltarme al respeto o realizar tus tareas incorrectamente y volveremos a bajar al garaje. ¿crees que no seré capaz de volver a azotarte?. Se quitó sus guantes de goma de sus brazos y los dejó sobre la superficie del potro. Apoyo la correa encima de ellos.

- Todavía te quedan 9 días conmigo. Dame un solo motivo y volveré a castigarte como mereces – Encendió un nuevo cigarrillo mientras yo continuaba de rodillas frente a ella con la mirada al suelo y callado ya que no me había quitado la mordaza a pesar de liberarme de las ataduras del potro. El rostro de la señora Claudia denotaba tranquilidad y felicidad ya que había cumplido su castigo hacia mí.

- Mañana por la mañana quiero verte con tu traje de criada frente a mi esperando mis instrucciones. Realizaras tus labores debidamente sin escuchar una sola queja - . Se levanto apoyo una mano sobre el potro donde se encontraba apoyado sus guantes y la correa y me miró.

- No voy a guardarlos, pueden volver a ser necesarios mañana. ¿crees que es una broma? Desobedéceme y lo comprobarás

Terminó de nuevo su cigarrillo y volvió a apagarlo de nuevo en mis testículos. El dolor fue insufrible. Fue una advertencia de lo que podría ocurrir.

Continuara si les ha gustado estos tres capítulos.


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Esclavo de mi mujer y mi suegra 3 es un relato escrito por sumisso publicado el 21-09-2022 15:47:41 y bajo licencia de Creative Commons.

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